Al igual que votar, formarse en una fila o lavar platos, visitar es un acto civilizado y, como tal, lleno de inconvenientes. Pensando en esto, Martita Morris publicó hace unos días su Manual del buen anfitrión, que explica lo que debe (o no) hacerse de principio a fin durante el proceso de la visita. Autora de best-sellers como Tres mil recetas navideñas y Remedios caseros: la guía definitiva, Martita es, a sus casi 90 años, una celebridad en el mundo de los libros dirigidos a la reina del hogar.
Impreso en tinta roja para las tareas del anfitrión y azul para el invitado, el manual cuenta con dos grandes capítulos: “Visitas cortas”, de un fin de semana o menos, y “Visitas largas”, de hasta tres semanas. En ellos responde a las preguntas más comunes: qué hacer, qué comer y a dónde ir, siempre adaptándose a todas las edades y presupuestos. No falta quien tache algunos de sus consejos de anticuados, pero recordemos que, más que un libro, estamos comprando la experiencia de una vuelta a los valores tradicionales. Los años que nos separan de la mente de Martita se reflejan en sus palabras —tan enfocadas a la diversión sana que están involuntariamente cargadas de inocencia—. Vemos esto, por ejemplo, en sus propuestas de armar rompecabezas o jugar “caras y gestos” como actividades ideales para después de cenar.
Pero quizá el mayor acierto del libro esté al final, donde sólo hay tinta roja. Ahí ya no se habla de buscar la comodidad del prójimo. Puede ocurrir que, al cumplir con nuestro papel de anfitriones demasiado bien, nuestros huéspedes se encuentren tan cómodos que no quieran irse. Por eso hay que recordarles, a través de pequeñas acciones pasivo-agresivas, que va siendo hora de empacar. Así podremos formular sin palabras la pregunta inevitable durante cualquier visita: ¿y cuándo se van? Para acelerar la despedida, el manual recomienda, entre otras cosas: atacar los bolsillos de los invitados, empujándolos a sitios que impliquen gastos importantes; no respetar su privacidad, aseando muy temprano rincones cercanos a ellos (sobre todo sus habitaciones); recordarles lo prescindibles que son en nuestras vidas, mencionando en tono casual fiestas o viajes próximos que los excluyan de manera implícita; o simplemente recurrir a la incomodidad, fingiendo peleas con otros anfitriones, para mantener luego un ambiente hostil en casa.
Si nada de esto funciona, ciertamente corremos un grave peligro, pues significa que podría tratarse de impostores que han tomado la forma de parientes o amigos cercanos, pero no hay por qué temer. Martita soluciona este problema en unas cuantas líneas: si nuestros visitantes exceden tres semanas bajo nuestro techo, nos dice, lo más importante es que no se enteren de que sabemos lo que son en realidad. Hay que mantenerlos de buen humor, prepararles una buena cena y esperar a que llegue la noche, por ser éste el mejor momento para entrar al lugar en que duermen y proporcionarles dos tiros en la cabeza.
El Manual del buen anfitrión de Martita Morris ya está a la venta en las librerías más importantes del país, es una lectura imprescindible que no puede faltar en ningún hogar.
Mario Alberto Arroyo Arévalo (Los Reyes, Michoacán, 1990). Estudia Lengua y Literaturas Hispánicas en la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. Ha publicado en las revistas Punto de partida, Espora, Animalario y Marabunta. Con este texto obtuvo mención en el Concurso 50 de Punto de Partida.