Nuestra realidad
Al día de hoy, pienso que muchos hemos cuestionado mucho el porqué de la pandemia. Es propio decir que a pesar de todas las investigaciones y la nueva información que surge diariamente, aún dudamos de lo que pasa en el mundo, algo fuera de lo común. Puedo asegurar que muchos seguimos sin saber realmente cómo llegamos a una situación tan delicada en la que no se puede demostrar aprecio y cariño a personas cercanas, no se puede salir, no se puede ver a amigos ni familiares; es una situación en donde sólo queda aislarnos de todo y de todos.
Durante la pandemia he podido observar que una de las nuevas formas de lectura se ha encontrado en las redes sociales: hay muchos artículos, textos informativos, testimonios sobre el virus SARS-CoV-2. También he entendido que, sí, quizá es una manera de estar enterado de las últimas noticias, pero tiene una desventaja: como es una nueva forma de entender el mundo, las personas hemos tenido que acostumbrarnos a la falta de información, a leer sólo lo que el mundo quiere que sepamos, a leer información que a veces, en lugar de dejar las cosas más claras, nos hace dudar más y más.
Es verdad que las redes sociales se han convertido en un medio de información muy utilizado, pero a la vez es triste saber que los libros se están olvidando. Desde mi perspectiva, para muchos ya no tiene sentido leer un libro físico porque quizá ya no tiene información actual, que es el tema de interés, o porque es aburrido en comparación con los videos en internet. Tal vez se acuda más a los libros electrónicos, pero para mí no tienen el mismo valor que un ejemplar en la mano. Sí, la sociedad va cambiando y con ello cambia el interés, la conciencia y el valor de lo que significa leer un libro impreso.
Por otro lado, la pandemia me ha causado desconcierto e incertidumbre. Es por ello que justo en esos momentos de duda, de confusión, en los que mi hermano no me deja ver la tele, mis papás están trabajando, mis amigos no me contestan, ya terminé mis labores diarias, tengo tiempo libre, aún estoy de vacaciones, ya harta de usar las redes sociales que sólo me dan malas noticias por doquier y únicamente queda mi propia persona como compañía; en esos momentos en los que decido dejar de lado todas las incógnitas, los malos sueños y las preocupaciones que surgen en mí diariamente; cuando decido dejar de lado cualquier pensamiento porque quiero sumergirme en otro mundo donde se pueda salir, donde se pueda respirar con la seguridad de que no pasará nada malo, donde pueda soñar que soy libre de nuevo, que puedo hacer lo que yo deseo sin miedo a contagiar a quienes amo, sin miedo de perder a las personas más inocentes y, a la vez, las más vulnerables… busco huir. ¿A dónde? A cualquier lugar que me haga olvidar; que me permita, aunque sea por un momento, sentir paz y tranquilidad. Como resultado de esta búsqueda, encuentro un libro sobre mi escritorio; es ahí en donde comienza la historia, nuestra historia. Nuestra porque muchos como yo comparten la búsqueda de esta libertad fugaz que nos permiten los libros, que nos permiten transportarnos a épocas y lugares distintos.
Yo decido transportarme a una época pasada en Delf, Holanda, y conozco al primer descubridor de microbios. Es interesante saber lo que se pensaba en esos momentos, las carencias de conocimiento, las cosas maravillosas que pueden surgir por una mente ansiosa por saber más, por no conformarse con lo que la vida le da, por querer responder preguntas sin respuesta. Es por estas personas que se pudo descubrir la existencia de seres microscópicos en las gotas de lluvia. La maravilla de este hecho es que todo surge de la observación de cualquier cosa: con el análisis, la invención y creación de cosas nuevas.
Sí, al sentirme en ese tiempo, al cuestionarme lo que se desconocía, al olvidar mi realidad, me siento viva, como si en esos momentos de incertidumbre y duda algo realmente valiera la pena. Por ello busco nuevas historias, nuevos lugares, nuevas personas, nuevos estilos, nuevas culturas y maneras de pensar: todo lo que un libro me puede proporcionar.
La lectura me permite olvidar los pensamientos que me acechan a toda hora. Me hace olvidar que la vida nunca será igual; que todo cambia día a día; que nadie piensa como antes; que todos estamos sumergidos en una situación tan agobiante que a veces nos hace ignorar las cosas buenas de la vida, no nos permite darnos cuenta de que a pesar de todo seguimos vivos y somos testigos del cambio que ocurre en las personas, en los países, en los animales, en la naturaleza, en el planeta.
Los libros nos permiten alejarnos un poco del dolor que hay en el mundo. Muchos hemos perdido a personas que queremos, nadie pensaba en lo que sucedería por la pandemia y seguimos viendo sus consecuencias. Por ello los libros para mí son una salida, una manera de escapar de esta cruel realidad.