RESEÑA / febrero-marzo 2021 / No. 91
Un montón de escritura
para nada
, de Sara Uribe




Un montón de escritura para nada
Sara Uribe
Ciudad de México
Dharma Books, 2019




¿Qué pasaría si {ellas} tuviéra{n}mos tiempo para escribir?
(En términos capitalistas, probablemente nada)
“Pero, me dirán, le hemos pedido que nos hable de las mujeres y la novela. ¿Qué tiene esto que ver con una habitación propia?”. Con esta interpelación al lector, en 1929, Virginia Woolf comienza uno de sus más reconocidos ensayos (Una habitación propia). Y es que aunque para muchos de nosotros la relación entre contexto y escritura puede resultar obvia, sigue siendo una creencia común en nuestros días que no existe interdependencia alguna entre el talento de un escritor y las condiciones en que éste se desarrolla. “El que es perico donde quiera es verde”, dirán los sabios. Pero, aun cuando se posea cierta habilidad, ¿qué sucede cuando se quieren seguir las rutinas de escritura de los grandes autores como Balzac o Dickens, con un perfecto equilibrio entre las horas para tomar el té y las horas para crear mamotretos, pero no disponemos del tiempo, el dinero o incluso el género “adecuado” para dicha labor? Éste es uno de los numerosos cuestionamientos que la poeta mexicana Sara Uribe (Querétaro, 1978) levanta en su más reciente libro de poesía publicado por la editorial Dharma Books: Un montón de escritura para nada.

A lo largo de los 12 poemas que componen el texto, la autora mexicana muestra una escritura afectada por las condiciones materiales del sujeto que crea y que desmonta las nociones tradicionales del poeta como un ser aislado de la sociedad inspirado por las musas:

Lo siento, lo de las cantinas y el lodo [...], la erudición y pureza de tu voz [...]. Lo de tener que haber vivido para poder escribir.
Créeme
es pura
construcción
de personaje.
Contrario a esta imagen esencialista de la que se burla, Uribe muestra en su texto que las escritoras son otras piezas más sometidas a la lógica de producción “útil” de la sociedad. Ahora bien, curiosamente (o no tanto), es a partir de este reconocimiento —y desmitificación— de la figura del poeta, que Un montón de escritura para nada establece su propio lugar de resistencia gracias a que Uribe entabla un diálogo de sororidad al saturar sus textos con referencias a las escritoras que la han marcado. En este sentido, no es una casualidad que Uribe únicamente mencione mujeres a lo largo del poemario: desde la maestra de Charlie Brown hasta Rosario Castellanos, lo que mantiene la unidad entre los textos de la obra es la posibilidad de crear una diégesis a partir del diálogo para todas aquellas escritoras excluidas por lo “inservible” de su labor o por su “inferioridad” frente al “genio” de los autores masculinos. Así, la visión que Uribe presenta de la labor poética es la de una escritura colectiva que se construye a partir de la lectura y el encuentro con otros (o en este caso, otras). Más aún: esta búsqueda de un contacto común por medio de la ficción se extiende a las redes sociales de la autora mexicana, donde pública tweets relacionados con su visión poética (“Yo en realidad lo que quiero es alguien con quien narrarme”), que nos permiten reflexionar sobre la importancia de pensarnos con los demás.

Por otro lado, la poeta queretana hace uso de un tono irónico, lúdico, que representa un gesto político en tanto que Uribe, de manera consciente, utiliza los recursos retóricos de la interrogación y la contradicción para aparentar la ignorancia que el sistema patriarcal asume en toda mujer. De esta manera, al escribir lo contrario de lo que realmente quiere decir, el juego de la poeta mexicana se convierte en un ataque sutil contra las industrias editoriales mexicanas, los programas culturales gubernamentales y el machismo.

Para cerrar, retomo nuevamente el ensayo de Woolf, en el que explica que si las mujeres tuvieran el dinero y el tiempo necesarios podrían escribir libros buenos. En este sentido, me parece que Uribe da un paso adelante de la escritora británica, ya que no sólo expone las limitantes sociales que afronta como autora, sino que configura un espacio ficcional construido a partir de su cuerpo y sus experiencias; es decir, invierte la ecuación y convierte el margen al que se le ha relegado en el centro de su creación poética. Además, a pesar de las condiciones heteronormativas impuestas (y retomando a Woolf), Uribe presenta un poemario más que bueno que demanda una tarea a nuestra sociedad: buscarles tiempo, entre los minutos no utilizados para producir capital, a nuestras autoras mexicanas para que puedan escribir.


Esteban Romero Álvarez (Ciudad de México, 1998). Estudiante de la licenciatura en Literatura Latinoamericana en la Universidad Iberoamericana.

 

Punto en Línea, año 17, núm. 115, febrero-marzo 2025

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