Es sábado. En los campos de la liga de futbol “Veteranos de Cuemanco” se juega la segunda fecha del Torneo Guadalupano. El Representantes, de blanco, recibe en el campo cuatro al Hércules, de uniforme escarlata. El campo cuatro es una cancha de pasto natural de medidas apenas menores a las reglamentarias, sin gradas pero con bancas y troncos para sentarse, y con árboles que bordean su perímetro.
![]() En el minuto once, el Hércules se pone adelante con un gol de su delantero, Marcelo el “Bebé” Peralta, apodado así por su aspecto juvenil, ya que apenas hace un año cumplió la edad reglamentaria para jugar en el torneo (60 años). Por tal motivo, los organizadores han decidido pedir credenciales de elector en el momento del registro, para evitar cachirules. El resto del equipo trata de dar equilibrio a la media cancha con Chava, hombre calvo y fuerte; con el “Halcón”, de barba larga y blanca, dueño de un toque fino de balón; y con Héctor Mayorga, “Mallorquín”, “Mallorcas” o el “Golden Teeth”, peligroso extremo izquierdo, de baja estatura y dientes dorados. Representantes controla por completo el partido, pero se estrellan una y otra vez con las intervenciones de Herculano, el portero, y el buen hacer de Memo, el lateral izquierdo heraclida, apodado el “Facheti”, pues por su dureza y elegancia recuerda a Giacomo Facheti, histórico lateral del Inter y de la Selección azurra, fallecido este año. Pese al dominio del balón y la insistencia, Representantes no puede empatar. “Están salados, cabrones”, grita el “Piolín” desde las bancas. Pese a los intentos, el Representantes se va al descanso todavía perdiendo. Desde muy temprano, el Tsuru blanco de un jugador del Santa Cruz pone el ambiente: con la cajuela abierta en dirección a la cancha y las bocinas a un volumen considerable, se escucha “Nereidas”, “Almendra” y “Teléfono a larga distancia”. El danzón es el único ruido de fondo cuando el árbitro pita el inicio del segundo tiempo. El cansancio empieza a hacer presa de varios jugadores. El “Piolín” y el “Whisky”, desde la banca, reclaman a los futbolistas: “Póngase chingón, mi “Pollo”, mueva las patitas”, pero el “Pollo”, apodado así por su blanca cabellera, responde contundente: “Cállese, cabrón. Los valientes no corremos”, y se planta en la defensa a aguantar vara. El partido empieza a parecer una grabación en cámara lenta, balón y jugador se mueven a velocidad media, aun cuando corren. El ritmo del encuentro se interrumpe violentamente por las caídas, como la del Serafín, extremo derecho del Hércules quien, al contacto con un defensa, afloja su 1. 90 de estatura y cae al pasto. “Se cayó de maduro”, grita don Remigio, reclamando que para él no hubo falta. Minutos más tarde se presenta otro incidente: “¡Esa patada!”, grita un Representante. “¿Cuál patada! Si tú me pegaste a mí”, responde un Hércules. Los dos se toman las piernas y se duelen; el árbitro duda al ver que los dos salen lastimados y marca a favor de Representantes. A un costado de las bancas se propaga un fuerte aroma a Lonol. Los jugadores del siguiente partido se preparan para el de las 12. Calientan, se ponen vendas, y antes de entrar se embarran ungüentos, “no vaya ser la de malas”. El partido está a punto de finalizar. Los pelotazos que el Hércules manda al “Bebé” y a Mayorga son muy largos. El Hércules se ha echado atrás todo el partido, confiando en su ventaja, pero cae el empate cerca del final. El “Fachetti” le grita al árbitro y ve la roja. Pierde la elegancia a cinco minutos del término. ![]() Chava, el mediocentro del Hércules, trata de responder lo más rápido posible, toma el balón desde media cancha, elude a dos Representantes y mete tremendo cañonazo hasta la portería contraria. El portero se encuentra adelantado y el balón todavía está en el aire, aunque se estire no podrá pararla, en caso de que la pelota baje a tiempo. Aun así, salta, estira la mano. ¡Clank, travesaño! El árbitro aprovecha para finalizar el partido.
El Hércules, herido, se lamenta y discute: “¿Tú qué haces muchacho?”, le pregunta el “Bebé” a un joven que se acerca. “Déjalo, si va pa´ cronista”, interviene el Señor Jaramillo. Chava se sienta en un tronco y junta las manos. El toque, como dicen, es lo último que se pierde. |
Ilustraciones: Mario Andrés Dorantes Landeros (1984) es estudiante de periodismo en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, profesor adjunto del Taller de géneros periodísticos y del Taller de redacción de la misma Facultad. Ha publicado textos en Caleidoscopio, revista del Centro de Investigación y Docencia Económicas CIDE, así como en los blogs Ejoven y Universitarios de El Universal. Amante del guacarrock, la lucha libre y la literatura inglesa del siglo XIX. Actualmente escribe su primera novela. |