Mitologías
Diana Higuera
Veladoras
Porque las cosas aquí
se están pudriendo.
Se pudren desde hace mucho
y tú no lo sabes.
Tengo gusanos
en las comisuras de los labios
(me han comido la boca),
amenazan con dejarme sin ojos.
Tendré que coserme los párpados
con hormigas
y prender cigarras
en los huecos que ya no habitas.
(Porque prender veladoras es de tontos
y yo espero que lluevas).
Repito los anagramas
que se generan con tu nombre,
como conjuro
contra las noches sin luna,
ni estrellas.
(Habrá que ser silencio,
mareas,
espirales).
Penélope
I
Mujer pájaro,
de vientre oxidado.
Tus manos son palpitaciones,
fuego celeste de navegantes.
Te trenzas el cabello
para detener las horas.
Tejes jacintos para él
y sólo te deja un reloj.
Olvidas que ellos no están de tu lado,
los proteges,
pero ellos te olvidan.
Tiemblas porque no te aman,
lloras porque no te sueñan.
¿Qué clase de hombre
no querría a una mujer pájaro,
a una mujer de fuego?
II
Deberían concederme ese deseo por una vez en la vida.
No recuerdo cuánto tiempo llevo tejiendo mi manto de jazmines, tampoco si en alguna otra vida existió un Ulises.
Intenté construir mi castillo de nubes y escarabajos, pero las decepciones han quemado todo y con las cenizas que quedan solamente he podido alzar unos cuantos muros, que ahora son un laberinto.
En vez de tejer y destejer el manto, lo he dejado caer sobre el piso, para que cubra el camino y lo adorne. Para que cuando llegue Ulises pueda encontrar el camino hacia mí.
Con el tiempo, han llegado gigantes de ojos amarillos, hechos de barro rojo. Custodian el laberinto, como si alguien les hubiera dado la encomienda de mantenerme encerrada.
A veces creo que en otras vidas lastimé muchos corazones y por eso me toca pagar en ésta.
Quizás un conjuro para olvidar me libere de esta espera.
Temis
I
Nacida de la tristeza,
recurre a remedios florales,
quizás el único que le ha servido
sea la poesía.
II
Todo lo haces
y todo lo devoras.
Eres luciérnagas,
espantapájaros,
sirenas,
costillas
—huesos.
Eres escarabajos,
soledades.
Todo lo reduces a un verso,
todo lo contemplas.
Y todo tú eres templo,
ciudad.
Y todo tú eres nube,
flor,
racimo.
Silencio,
penumbras,
oscuridad,
tiempo.
Eres canto de cigarras,
eres orilla,
viento,
eres espalda,
raíces.
III
Lo que aún me aferra a la poesía es una soledad heredada de antepasados que llevaron la curiosidad por la belleza hasta la ignominia.