De repente, el pasaje que baja se empieza a reunir al centro de la explanada. Todo sigue su curso natural, el tránsito local continúa, la vida mexiquense pasa sin ninguna alteración. Ahora en la explanada son diez, once, catorce, quince, veinte mujeres reunidas. Se interrumpe la tranquilidad de la cotidianidad, pues a lo lejos se escuchan voces (des)conocidas:
¡Alerta, alerta, alerta que camina
la lucha feminista por América Latina!
¡Y tiemblen y tiemblen los machistas
que América Latina será toda feminista!
Así llegan gritando mujeres, adolescentas y niñas a los espacios que ocuparán para protestar contra la violencia económica. Madres, estudiantas, licenciadas, comerciantas, todas mujeres adultas empiezan a acomodar sus productos sobre las telas que extienden en el asfalto. Mientras tanto, comienza a extenderse el pasillo con puestecitas de ropa de segunda mano, maquillaje, productos veganos, paletas de hielo, pañuelos verdes que gritan aborto legal y pañuelos morados que avisan la llegada de la cuarta ola feminista.
Y así como el sonido del mar lejano, se escuchan canciones al fondo, canciones interpretadas por mujeres mexicanas y de toda Latinoamérica que acompañan a la resistencia feminista del Estado de México. Una entidad que ha abandonado a las mujeres a su suerte, orillándolas a ser autogestivas. Es decir, a buscar su sustento a través de sus propios medios, principalmente el comercio ambulante.
Entonces, de la mano con la autogestión se encuentra la protesta de las morras periféricas, pues quienes se juntan a resistir son mujeres de Neza, Ecatepec, Naucalpan, Atizapán, Cuautitlán, Tlalnepantla, Los Reyes, Valle de Chalco, Tláhuac, Ixtapaluca, Huehuetoca, Teoloyucan, Tepotzotlán, Toluca, Amecameca y un sinfín de entidades olvidadas pero sólo recordadas en la desgracia.
Es así que se nacen las mercaditas feministas, una espacia construida por mujeres autónomas que habitan estos municipios marginados a la búsqueda de trabajos mal pagados, de dobles jornadas y, por supuesto, con ambientes llenos de violencia machista. En el Estado de México las mujeres conforman el 51 % de su población. De la población femenina de 12 años en adelante, el 49 % es económicamente activa, de las cuales el 48.98 % tienen empleos remunerados. De las que no son económicamente activas, el 60 % se dedica a los quehaceres del hogar, según del Consejo Estatal de Población.
Las mercaditas se vuelven una protesta contra la violencia económica porque a pesar de que muchas tienen un empleo remunerado, los recursos no son suficientes para cubrir las necesidades de las mujeres mexiquenses. Sin olvidar a aquellas que optan por el comercio ambulante informal para obtener una mayor independencia económica, pues, al vivir en el Edomex, la sensación de inseguridad y miedo son parte del día a día.
Son estas espacias que arropan los senti-pensares de las mujeres, que entre la venta y el trueque también se realizan talleres en los que se comparte el conocimiento a manera de tomar café con las amigas. Aunque no se conozcan, todas comparten algún consejo para mejorar el bordado o para que el engrudo haga que el papel pegue bien en la pared. Las vivencias, las emociones y experiencias de cada mujer resuenan también entre aquellas que se acercan a curiosear la mercancía, algunas se unen a escuchar las conversatorias que son una manera de acercar a todas hacia los conceptos básicos del movimiento feminista.
En el ambiente se siente la fortaleza, la confianza, la hermandad entre mujeres y la tranquilidad de estar en un espacio seguro. Aunque hay momentos en los que se les tiene que recordar a los varones que se atraviesan entre las puestas que es un espacio separatista: —Espacia para mujeres, por favor hombres, retírense —grita una de las compañeras encargada de la seguridad de la espacia.
A su vez, también se siente la intención de intimidar a las protestantes por parte de los cuerpos policiacos que les sacan fotografías. “Ojalá les importara más conocer las caras de los violadores y feminicidas que de las morras que protestan”, se lee en un cartel tendido en el piso junto a la ropa de paca. Se sabe que en los últimos años, las protestas feministas han escalado en la confrontación con la policía, ya que cualquier acción por parte de mujeres es criminalizada aunque sea pacífica.
Nuevamente es un ejemplo de cómo las mercaditas son un medio ideal de protesta contra la violencia machista, pues es una forma de reapropiarse del espacio público que las mujeres mexiquenses habitan y transitan todos los días en búsqueda de mejores oportunidades de una vida digna. El impacto de ver mujeres reunidas fuera de los espacios destinados históricamente para las mujeres (casa, escuela, iglesia, entre otros) y retomar las calles, las plazas, las explanadas, el transporte público, es tal que incluso los transeúntes varones tienen miedo de pasar por ahí.
Por sí sola, la palabra mercada es una resignificación de los mercados y tianguis que toda mexicana conoce, es desde la forma de nombrarse que comienza la protesta política; nombrar en femenino es importante para remarcar que es un espacio de mujeres y para mujeres. Además, se apropia una de las formas de organización ancestral, ya que los mercados y tianguis tienen origen en la época prehispánica.
Se retoman las dinámicas de los mercados ambulantes característicos de México, pues no puede faltar la diversidad de mercancía buena, bonita y barata. Por supuesto entre música, talleres y conocimientos compartidos también se escucha el “llévele, llévele, pantalones a diez pesos”, dando entrada a las ofertas finales.
Dadas las cinco de la tarde, para apresurar el camino de regreso a casa, todas comienzan a recoger el sobrante de la venta del día. Se hacen presentes los trueques finales para concretar el intercambio y poder marcharse con unos cuantos pesos extra de ingreso. Entre todas, antes de reanudar la tranquilidad de la cotidianidad se hacen escuchar:
¡Ahora que estamos juntas!
¡Ahora que sí nos ven!
¡Abajo el patriarcado!
¡Se va a caer, se va a caer!
¡Arriba el feminismo
que va a vencer, que va a vencer!