Janes: Mujeres anónimas, de Tia Lessin y Emma Pildes
The Janes
Tia Lessin, Emma Pildes
Estados Unidos, 2022, 101 min.
Jody Parsons
Entre 1968 y 1972, varias mujeres articularon una red clandestina destinada a brindar abortos en condiciones propicias cuando esta práctica estaba tipificada como ilegal en Estados Unidos. En un periodo caracterizado por movimientos a favor de diversos derechos humanos, las integrantes del grupo autodenominado como JANE identificaron dos problemáticas que afectaban específicamente a su sexo: las movilizaciones no disponían de una agenda sobre la mujer al tiempo que la demanda para interrumpir embarazos de manera segura era cada vez mayor y más urgente. Organizadas bajo anonimato mediante nombres clave, códigos para identificar perfiles, así como vehículos y casas de seguridad, las jóvenes realizaron al menos 11 mil intervenciones que socorrieron principalmente a mujeres afrodescendientes y/o con bajos ingresos. La organización actuó durante cinco años en Chicago hasta que siete integrantes fueron arrestadas y sujetas a un proceso que tuvo conexiones con el trascendental caso de Rose contra Wade; es decir, la controversia recientemente revertida que propició que, en 1973, la Suprema Corte de Estados Unidos estableciera el derecho a interrumpir un embarazo como un acto protegido por la constitución.
Dirigida y producida por Tia Lessin y Emma Pildes, Janes: Mujeres anónimas (The Janes) es un largometraje documental que acude a un conjunto de testimoniales de varias integrantes de JANE para reconstruir el origen, el desarrollo y el fin de dicha organización en Chicago. La producción de Pentimento y HBO, que en México fue estrenada en la plataforma HBO Max, no sólo documenta la atención que este grupo dio a muchas mujeres, sino que muestra el alcance cívico, político y jurídico de un colectivo que se distinguió de otros movimientos para actuar de manera autónoma en el ámbito específico de los derechos de la salud reproductiva de la mujer. Es por ello que las documentalistas idearon un proyecto que avanza sobre dos ejes: un relato polifónico que puso por primera vez a “las Janes” frente a cámara y una contextualización provista por material gráfico y audiovisual, opiniones y relatos de otros participantes (esposos, abogados, médicos, activistas y hasta el sargento a cargo del operativo de arresto) y datos clave del tema.
Si bien la producción de Janes: Mujeres anónimas posee una puesta en escena documental muy convencional, el montaje de Kristen Huntley sitúa distintas secuencias significativas con el fin de enfatizar experiencias y hechos representativos de una colectividad solidaria que inició como una acción directa de apoyo para mujeres y que desembocó en un cambio jurídico de alcance societal. Esta propuesta de edición va más allá del orden cronológico de la narración pues recrea detalladamente momentos de cambio para involucrar a la audiencia en el punto de vista, que podemos incluso pensar como situado, de las integrantes de JANE. Quizás por ello resulta posible identificar el carácter estructurador de algunos perfiles que, como el de Judit Arcana, están vinculados con los episodios de mayor repercusión. En términos de ficción, podría decirse que su arco narrativo ofrece a la primera integrante del grupo presentada por el filme al tiempo que se trata de una de las siete mujeres arrestadas en 1973 sin dejar de lado que su testimonio no sólo tiene un carácter introductorio, sino que es uno de los más recurrentes.
De acuerdo con Tia Lessin y Emma Pildes, cuyos trabajos han recibido nominaciones a los premios Oscar y Emmy en distintas ediciones, una de las tareas más complicadas fue encontrar mujeres atendidas dispuestas a compartir sus casos. Por ello, publicaron un aviso en el Chicago reader gracias al que Dorie Barron pudo contactarlas. El resultado fue la primera secuencia: sobre un fondo negro escuchamos su voz en off cuando afirma que “no tenía otra opción” antes de relatar cómo tuvo un aborto en manos de la mafia y cómo fue que ella y otra joven lograron reponerse de un sangrado de alto riesgo hasta que “cada una se fue por su lado”. Este primer episodio es distintivo de la propuesta de edición del filme ya que destaca el relieve humano de la historia individual para ponerla en contraste con el impulso colectivo organizado. Y es que la segunda secuencia del filme presenta ampliamente la voz de Judit antes de un segmento en que irrumpen una tras otra, como una continuidad, las voces de otras siete “Janes”. De hecho, la propia producción del filme fue como un proceso de acompañamiento ya que las directoras pudieron recuperar las voces e historias de integrantes emblemáticas del grupo como Jody Parsons y Ruth Surgal mediante el material rodado hace 25 años por la cineasta Dorothy Fadiman, quien también fuera nominada a los premios Oscar.
Podemos sugerir que la dialéctica entre lo individual y lo colectivo, que es más o menos análoga al nexo entre lo grupal y lo societal, es una vía enunciativa intencionada que permite a las documentalistas presentar y valorar situaciones de violencia y desamparo frente a entornos de acompañamiento y confianza. A esta interpretación propiamente audiovisual del tema se suman los hallazgos contextuales que informan de un tiempo en que el matrimonio era un requisito obligatorio para que una mujer pudiera ejercer sus derechos, en el que el aborto era un delito, en que 95% de los ginecoobstetras eran hombres y en el que había un ambiente de movilizaciones contra la guerra de Vietnam o a favor de los derechos de los afroamericanos que carecían de una agenda explícita para la mujer. En palabras de una “Jane” identificada como Laura, “siempre se trataba de los chicos” a tal grado que éstos callaban a las compañeras en reuniones sobre la “cuestión femenina” en un entorno en el que morían mujeres por el hecho de serlo.
Por su valor documental, Janes: Mujeres anónimas aporta un discurso explícito con algunos componentes históricos y periodísticos por los que reconstruye un proceso colectivo transformador que, simultáneamente, revela una significación implícita cuya trascendencia es una mirada al ejercicio de la sorodidad. El documental representa una “alianza” de mujeres con fundamentos éticos y prácticos que, según como lo ha definido Marcela Lagarde en un ensayo publicado en el numero 25 de Aportes, contribuye con “acciones específicas a la eliminación social de todas las formas de opresión y al apoyo mutuo para lograr el poderío genérico de todas […]”. Siguiendo con esta concepción, el filme devela una situación de hermandad (el sisterhood de Kate Millet, como apunta de nuevo la antropóloga) en la cual las mujeres sintieron empatía hacia otras mujeres tal y como lo testimonió Diane frente a cámaras en una secuencia que expone el rol de unas tarjetas en que “las Janes” empleaban un código para perfilar a sus pacientes, así como el método para atenderlas con seguridad y discreción. Fue éste un modelo de “organización comunitaria”, como lo calificó Tia Lessin en entrevista con Lauren Wissot (Filmmaker Magazine, mayo 25, 2022), que conecta de nuevo con el concepto de Lagarde cuando caracteriza la sororidad como suma y creación de vínculos por los que cada participante posibilita el encuentro solidario con varias mujeres más.
Janes: Mujeres anónimas fue premiado por dirección en el Festival Internacional de Cine de Cleveland, obtuvo el premio de la audiencia en el Filmfest DC y una nominación al premio del jurado en Sundance. Se trata de una producción cuya apuesta está en el contenido y su semántica y, especialmente, en el tratamiento coherente de sus múltiples subjetividades femeninas para destacar el aspecto humano sin exaltación y mediante voces de contraste. Quizás por ello uno de los aportes más relevantes del documental reside en que constituye una puesta en conciencia de lo que los feminismos negros (como los de Kimberlé Crenshaw y Patricia Hill) han denominado como opresiones interseccionales. Si la dialéctica inicial del montaje abarca el tránsito de la experiencia individual al proceso colectivo, la segunda mitad de la película nos aproxima al entendimiento de la situación grupal como una vía para descubrir que la raza, la clase y el género son condicionantes de cada mujer y de las violencias específicas que padece. De allí que, además de presentar a la única "Jane" afrodescendiente (Marie), el orden del relato ofrece un contraste entre el caso de una joven afroamericana que fue víctima de una infección por un aborto negligente y la experiencia de Judit (nuevamente), a quien su color de piel, su educación universitaria, su matrimonio con un abogado y su maternidad reciente le permitieron salir de prisión en poco tiempo.
Es posible que el modelo común de documental como una sucesión de entrevistas de esta producción haya sido elegido como una forma de crear impresiones emotivas y procesos de identificación como los que ofrece el cine narrativo más general. No obstante, los efectos de estas estrategias ficcionales están modulados por los diversos propósitos que Tia Lessin y Emma Pildes brindaron a los testimonios: el inventario de experiencias individuales, la explicación de la formación y el funcionamiento de JANE, la contextualización de este hecho y, sobre todo, la valoración de las integrantes del colectivo sobre sus compañeras, sobre ellas mismas y sobre el significado de sus acciones hace medio siglo. Participantes y expertas al mismo tiempo, "las Janes" del presente ejercen un respeto y admiración mutuas como lo revela la secuencia en que algunas de ellas reflexionan sobre el referente cívico y político de resistencia y compromiso, e incluso de retiro, que representó la participación de Jody.
El 18 de noviembre de 2020, medios de varios países destacaron el fallecimiento de la jurista Ruth Bader Ginsburg, quien se distinguió por su apoyo a la equidad de género en el ámbito legal. Este hecho fue uno de los factores que propició que el entonces presidente Donald Trump propusiera a Amy Coney Barrett, como lo hizo antes con Neil Gorsuch y Brett Kavanaugh, para ocupar un cargo en la suprema corte de Estados Unidos. Los dos magistrados y la magistrada aún vigentes fueron parte del grupo que, en el reciente 24 de junio de 2022, votó a favor de los argumentos presentados por Samuel Alito para anular la decisión de la corte sobre el caso Roe contra Wade que propició la protección constitucional del aborto el 22 de enero de 1973. Como muestra el documental, esa resolución posibilitó que la abogada defensora Jo-Anne F. Wolfson presentara la apelación que condujo a la liberación de las siete integrantes de JANE.
49 años después de ese hito a favor de la equidad jurídica de género, en medio de un escándalo por la filtración por parte de Politico del borrador de la resolución un mes antes de su discusión, una nueva controversia (Dobbs contra Jackson Women's Health Organization) devino en la pérdida de un derecho que fue resultado de ejercicios directos de organizaciones de mujeres con repercusiones cívicas, éticas y políticas sin precedentes. Janes: Mujeres anónimas fue producido y estrenado en una coyuntura oportuna pues su contexto implica un retroceso con amplias consecuencias al tiempo que una oportunidad para concebir a JANE como un parangón en la lucha de los derechos de las mujeres y, sobre todo, como la memoria necesaria para una sociedad en que las entidades en rojo y en azul vuelven a disputar en torno del aborto. Como dijeron Tia Lessin y Emma Pildes a El País, su película consistía en voltear al pasado y ahora se ha convertido en presente y futuro. Y es que, a decir de Jeanne en el filme, la decisión de la corte en 1973 fue un alivio y propició que el aborto dejara de ser responsabilidad de las integrantes de JANE. Medio siglo después, el compromiso parece haber regresado a todas aquellas personas, especialmente mujeres, que no tardarán en crear los vínculos necesarios para afrontar este nuevo escenario de desamparo.
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Rodrigo Martínez Martínez. Es docente, investigador y editor. Ha impartido asignaturas, cursos y módulos de cine y de análisis audiovisual en la UNAM, la UAM, la UACM y en la escuela de cine Arte7. Ha participado en coloquios y congresos de SEPANCINE y del SUAC, así como en las dos primeras ediciones del Encuentro Internacional de Investigadores de Cine Mexicano e Iberoamericano de la Cineteca Nacional. Colabora periódicamente con las revistas Icónica y F.I.L.M.E. Especialista en estética y sociología del cine. Es autor del libro Cine y forma. Fundamentos para conjeturar la visualidad fílmica (UAM-C, Filmoteca UNAM, 2019). Letterboxd: Rodrigo.