ENTREVISTA / diciembre 2022 - enero 2023 / No. 102

Conversaciones en la FIL Guadalajara



Elisa Aguilar Funes



Río que corre entre piedras

El país invitado especial de esta edición de la feria es Sharjah, uno de los Emiratos Árabes Unidos, región que remite al origen del nombre de la ciudad de la FIL. En el siglo XVI, el conquistador Nuño de Guzmán designó con el nombre árabe de su ciudad de origen a Guadalajara en la Nueva España. Abuso de poder, despojos violentos y mezquindad fueron su sello. Había pasado de servir a la Corona para contrarrestar poder a Hernán Cortés, a exceder en su influencia política tanto como económica, por lo que fue llevado a juicio y condenado al encierro perpetuo en su país de origen.

En Guadalajara, Miguel Hidalgo y Costilla declaró la abolición de la esclavitud en 1810, 19 años después de la fundación de la Real Universidad de Guadalajara que, con el tiempo, se convertiría en la institución que gestó la Feria Internacional del Libro en 1987.

Tuve la fortuna de conversar con dos escritoras y un poeta: la filósofa Dahlia de la Cerda (Aguascalientes, 1985), una narradora que promueve su libro de relatos Perras de reserva; la investigadora Teresa González Arce (Guadalajara, 1971), autora de ensayos literarios reunidos en Días hábiles (2009) y La Mala Memoria (2020); y Román Villalobos (Lagos de Moreno, Jalisco, 1991), que presentó en esta edición de la feria el volumen doble Casa / Tirante | Filos. Como al lado de la ribera, les invito a escuchar los cantos de este río cargado de pedruscos.


Dahlia de la Cerda, filósofa de Aguascalientes

En Aguascalientes es difícil encontrar bibliotecas y librerías bien aprovisionadas; forjarse una carrera como escritora es inviable. En su familia, Dahlia de la Cerda recibió palabras de dudoso aliento: “Esas son puras pinches perras mamadas, ponte a estudiar algo que te deje”. Aunque también propuestas de financiamiento: “Estudia medicina y nosotros te pagamos la carrera. Nos cooperamos entre todos para pagártela”. La publicación de Perras de reserva (Sexto Piso, 2022) traza el camino que empezó con la búsqueda de referentes donde sólo se escribía sobre Saturnino Herrán y Octavio Paz. Punto.

La semblanza oficial de la autora subraya oficios fundamentales: tianguista y empleada de un call center, tan importantes como las becas que recibió en tres ocasiones. Nos cuenta cómo el Premio Nacional de Cuento Joven Comala 2019 cambió su vida profesional:

Varias autoras —no lo he oído decir a hombres— que tenían su manuscrito en espera de dictamen editorial recibían llamadas al día siguiente de que se premiaran sus trabajos para avisarles que sí les iban a publicar. Esto le pasó a Fernanda Melchor que, después de ser nominada al Premio Booker, se dispararon las traducciones y el interés en Temporada de huracanes; Almadía le dijo que sí a Andrea Chapela hasta que Ansibles, perFILadores y otras máquinas de ingenio ganó el Premio [Nacional “Gilberto Owen” 2018]; y hasta que Qué vergüenza de Paulina Flores fue premiado [Premio Municipal de Literatura 2016] decidieron publicarla, tomarla en serio.

El Premio de Cuento Joven Comala me legitimó como escritora, porque las mujeres necesitamos el triple de trabajo para que nos tomen en serio. Yo gané tres becas literarias seguidas: PECDA1 2015 y FONCA2 2016 y 2018, pero hasta que me gané un premio me empezaron a hablar para publicar.


Teresa González Arce, ensayista y docente

Charlo con Teresa González Arce en el marco de la FIL Guadalajara sobre sus dos libros de ensayo: Días hábiles (Dirección de Literatura, UNAM, 2012) y La mala memoria (Universidad Autónoma de Querétaro, 2020). Se describe como una mala conversadora, sin embargo, es una docente que basa su método en el diálogo. Forma parte del Sistema Nacional de Investigadores, imparte clases en la Universidad de Guadalajara y coordina el taller de ensayo del programa de la UNESCO Guadalajara Capital Mundial del Libro 2022.

Portada de La mala memoria de Teresa González ArceLa mala memoria es un libro que se publicó en pleno confinamiento. Los ensayos, escritos a lo largo de varios años, encontraron salida a través del Fondo Editorial Universitario de la UAQ, historia que nos comparte la autora:

Durante la pandemia, fue una de las alegrías que tuve. Primero lo metí a concursos, pero no salí ganadora. Afortunadamente, lo leyeron Federico de la Vega [editor], Diana Rodríguez [coordinadora del Fondo Editorial Universitario]3 y Jorge Esquinca y me dijeron que lo iban a publicar. Después, aunque me habían mandado las pruebas finas, me empecé a preocupar porque pasó mucho tiempo que no tenía noticias del editor. Hasta que un día me llegó un mensaje de Federico ya con las fotos de la portada.

Así como en Días hábiles, fui juntando muy lentamente ensayos y luego les di un orden. Encontré algunas líneas comunes para hacer secciones. En La mala memoria toco temas muy fuertes para mí que tienen que ver con la muerte de mi papá, por ejemplo. También escribí en otros formatos, porque en este segundo libro hablo de viajes que hice casi todos como académica.

¿Cómo es para ti escribir creativamente siendo investigadora? ¿Cómo es ser docente circunscrita a la academia y al mismo tiempo propiciar la creación?

He tenido suerte, estoy en un medio académico y tengo presión siempre de seguir en el SNI, no sólo como una meta personal, sino que es una retribución económica. Soy muy lenta para leer, para escribir porque trato de entender bien las cosas, pero he conseguido hacer unos libros de análisis contextual académico. Son ensayos no tan académicos, lo que me han reprochado, puesto que siempre termino poniendo un poco de lo que yo soy. Aunque renieguen, siempre encuentro la manera de ser creativa.

Enseñarlo ha sido un reto porque trato de entablar conversaciones con mis estudiantes, busco que ellos entiendan por ellos mismos. Aunque más bien siento que aprendo con ellos. Me gusta dar clases porque en algún momento, muy pronto en el curso, se dan cuenta de lo que se trata. Y tengo la fortuna de no haber trabajado nunca en carreras donde estén obligados porque sus papás quieren que tengan una carrera, sino que son muchachos que están ahí porque les gusta leer y tienen ganas de aprender.

Creo que ése es el secreto: no siento que les esté dando nada, soy tímida y no tengo un ego muy grande. Doy lo mejor que puedo, pero también dejo que me guíen. Últimamente, en la licenciatura de Escritura Creativa, mi trabajo es gratificante y emocionante, me siento muy contenta, muy orgullosa cuando dicen que les gusta el ensayar, que sienten que se liberan. Y yo me reflejo en ellos porque también me siento liberada de entender el ensayo como un espacio de mucha libertad y de estar presente yo.


Román Villalobos, un poeta lárico de Lagos de Moreno

Román Villalobos es un poeta de Jalisco que experimenta con la transmedialidad, toca el bajo y da clases de literatura a adolescentes en el Tecnológico Nacional de México, campus Lagos, y en el Centro Cultural Manuel González Serrano. Su libro más reciente, Casa / Tirante | Filos encontró casa en una editorial independiente y se presentó el 30 de noviembre en la FIL Guadalajara. Filos abre con un epígrafe del poeta chileno Jorge Teillier, por quien y por cuya obra Román siente una afinidad profunda.

Llegué a Teillier recorriendo la biblioteca de la universidad. Encontré varias bellas colecciones de poesía chilena, entre ellas, una de Jorge y fue una de las influencias más positivas y determinantes para mi poesía. Jorge tiene esta visión sobre la poesía lárica que es una reivindicación de la poesía lejana a los centros culturales grandes, que en el caso de Teillier era Santiago de Chile. Me identifiqué plenamente con lo que estaba haciendo. A él regreso siempre que quiero refrescar ideas, cuando quiero tocar un lugar seguro.

¿Y siempre quisiste ser poeta, por qué elegiste una carrera orientada a letras?

Portada de Casa Tirante / Filos de Román VillalobosCrecer en un lugar al margen de los grandes centros culturales del país me dio cierta libertad para aproximarme a la literatura con cierta ingenuidad, sin saber exactamente qué estaba haciendo, sin saber que había reglas, posturas, corrientes. Empecé a escribir seriamente en la adolescencia, escribía cuento y la poesía la practiqué por diversión hasta que en algún momento me quedé completamente encantado con las posibilidades que me daba. Pasé unos 11 años escribiendo casi pura poesía, para mí fue muy natural, porque nadie me decía que no. Lo asumí y ya. Ahora que me toca ser maestro, que me toca asesorar jóvenes, veo que es una decisión muy rara, es extraña y es arriesgada, más aquí, donde la poesía es considerada un pasatiempo.

Román fue becario del PECDA entre 2017 y 2018, experiencia que le mostró que podía dedicarse a escribir poesía de forma profesional. Sin embargo, cuando en 2019 presentó el libro resultante, no estaba muy seguro de haber publicado Sutra del vagón. En ese volumen, aborda testimonios dolorosos de migrantes y los presenta de forma estéticamente bella, aunque como una preocupación social.

Sutra del vagón salía bastante de lo que estaba acostumbrado a hacer. Lo asumí con mucha seriedad. Para empezar, porque era la primera vez que me proponía conscientemente utilizar mi palabra para construir una visión más allá de la experiencia personal. Quería construir este mensaje sobre la experiencia de los migrantes que es difícil, es duro, pero también quería darle cierta luz al final del túnel, que es lo que elijo para cerrar ese libro. Era una apuesta por ver hasta dónde podía llegar con mis propias palabras.

Casa / Tirante y Filos preceden a ese libro en su cronología. Siento que todos los libros empujan tus capacidades de expresión a ciertos límites paralelos, no necesariamente progresivos; no creo en la idea del desarrollo lineal. Estos libros van empujándose hacia distintos lados y cumplen en mayor o menor medida su propósito inicial.


Dahlia, rechazos y aprendizaje

Fotografía de Dahlia de la Cerda, cortesía Sexto PisoAnte la pregunta sobre la estructura y el proceso de escritura de Perras de reserva, Dahlia de la Cerda explica que se trata de un libro de cuentos estrictamente hablando, pero que podría ser leído como una novela coral, forma que tomó a lo largo de varios años de trabajo.

Perras de reserva empezó como un proyecto del PECDA en 2015 para escribir diez cuentos que abordaban el tema de los asesinatos de mujeres en México. La tutora me dijo: “De estos cuentos cinco están muy bien, los puedes trabajar. Pero cinco tienen problemas graves: de continuidad, de anécdota, son revictimizantes”. Cuando en 2016 terminé el proyecto, me postulé para la convocatoria del FONCA. Estaba cansada de leer sobre feminicidios, así que ahora quería explorar a las mujeres en conflicto con la ley. Mi tutor, Hernán Lara Zavala, me dijo: “Tienes un estilazo, vete por ese estilo que ya encontraste”. Él también rescató cinco y me sugirió tirar a la basura el resto.

Un día, esperando notas en la oficina —soy editora de noticias internacionales—, pensaba en el proyecto cuando, de pronto, se me abrió el cielo: entrelazar los cuentos y hacer que funcionaran como una novela coral. Los empecé a releer y vi cómo podía articularlos. Solicité nuevamente una beca del FONCA que me volvieron a dar.

Desde mi experiencia, los encuentros del FONCA ayudan para crecer en cuanto a técnica: dedicar ocho horas diarias al taller con otros compañeros que están haciendo literatura; tener tutores que tratan de generar espacios seguros para que el texto tenga la mejor versión, de darte opiniones muy puntuales. Incluso, sirvió para mi autoestima, pues en Aguascalientes me habían rechazado diez veces. Además, FONCA no es lo mismo que el PECDA, porque es nacional, otorga más dinero, más prestigio porque compites contra más gente. Me dio la posibilidad dejar uno de mis tres trabajos para dedicarme a escribir.


Teresa, leer ensayistas, sentir que están ahí

Teresa González Arce da clases en la licenciatura en Escritura Creativa, en la maestría en Estudios de Literatura Mexicana y en el doctorado en Humanidades de la Universidad de Guadalajara, todas orientadas a la escritura y la investigación del ensayo. Su trabajo implica elaborar la bibliografía de la historia del ensayo tanto como compartir propias sus lecturas. En seguida, pregunto por las ensayistas que más le gustan.

Verónica Murguía me regaló un libro de Jazmina Barrera, cuya lectura pospuse mucho tiempo, pero cuando la empecé a leer, me pareció que era alguien muy interesante, muy bonito lo que hace. Acabo de entregar un artículo extenso de todos sus libros ensayísticos. En el último, Linea nigra, hay muchas marcas en el texto que proponen su lectura como una novela, incluso, la autora lo hace, pero yo creo que no es tan cierto. He leído a Isabel Zapata, que también tiene un libro publicado sobre maternidad y me gusta mucho Alberca vacía. Son muy buenas las dos.

Desde luego, conozco la obra de Vivian Abenshushan, de Luigi Amara, trabajé sobre Verónica Gerber y también sobre Guillermo Espinosa Estrada. Él tiene un libro que leí con mucho gusto, lo releí y luego escribí sobre él, La sonrisa de la desilusión, es un libro muy interesante… Interesante no se me hace una palabra tan conveniente para lo que quiero decir, más bien, me parece un libro muy bonito. Es una palabra poco meritoria en el plano académico, pero eso es lo que pienso: es algo que he disfrutado, donde siento al autor muy presente. Es algo que me gusta en los ensayos, sentir que están ahí, oigo casi la voz.

De los grandes nombres, me gustan los ensayos sobre pintura de Fernando García Ponce, que escribía mucho sobre la Generación de la Ruptura; Hugo Hiriart, Alfonso Reyes, Rosario Castellanos, Octavio Paz, Julio Torri, Alejandro Rossi, y otros más difíciles de clasificar. Como Sergio Pitol, esa libertad que se da en el género, porque hace libros heteróclitos como El mago de Viena o El arte de la fuga, que son variopintos pues hay reseñas, crónicas, cosas muy narrativas.

Últimamente me he puesto a pensar en los extranjeros porque estoy participando en el programa Guadalajara Capital Mundial del Libro de la UNESCO. Coordino la primera parte del taller de ensayo, los primeros 5 meses; los segundos cinco van a estar a cargo de José Israel Carranza, ensayista que también admiro. He estado releyendo a Montaigne, los que ya conocía, porque obviamente no conozco toda su obra, pero me gusta encontrar qué cosas de otros ensayistas, por ejemplo, de Virginia Woolf hay en común con él. Otros han sido Walter Benjamin y Chesterton, de quien tengo muchos libros porque me cae muy bien, me hace reír, me enternece. Es un autor que podría ser mi contemporáneo, lo siento muy cercano. Hay muchos, siempre me siento muy afortunada de poder conocer a alguien más.


Román, han confiado en mí diez veces

Patricia Fong, Román Villalobos y Mónica Licea en la presentación de Casa/Tirante | Filos en la FIL Gudalajara 2022En la primera presentación Casa / Tirante | Filos en Guadalajara, la poeta Cindy Hatch le dijo a Román: “Filos es un libro complicado, muy bello, pero no es nada fácil”. El autor cuenta que, cuando publicó su primer libro, Pequeña ciudad eléctrica (2016) con la editorial Montea de León, Guanajuato, ya tenía varias obras terminadas, pero salieron conforme cada texto iba encontrando a su lector.

Filos pasó por las manos de quién sabe cuántos editores y todos me decían más o menos lo mismo. En una ocasión me quejaba de lo difícil que es ser escritor en este país, pero ahora me doy cuenta de que han confiado en mí diez veces, de que ha salido un libro mío casi cada año. Éste es el resultado de tocar puertas insistentemente y de mostrar mis textos a una y otra persona. He tenido la fortuna de trabajar con muchas casas editoriales independientes: Broken English, Poesía Mexa, con Valeria Mussio de Matrerita en Argentina.

Héctor Rojo y el equipo de Malabar Editorial decidieron publicar Filos, pero necesitaban más material para imprimirlo, así que Román les envió Casa / Tirante. Al preguntar cuál era la búsqueda en estos dos libros, el autor me explica que, en su planeación original, junto con Pequeña ciudad eléctrica constituían una trilogía que exploraba el lenguaje desde el método inductivo-deductivo.

Esta trilogía empezó con Pequeña ciudad eléctrica, donde mi intención era hablar del lugar que me rodeaba cuando empezaba a escribir, que es mi ciudad de origen Lagos de Moreno. Sin embargo, es muy personal, muy racional, una visión muy individual. Casa / Tirante es el segundo libro de este tríptico, es un libro de tú a tú. Es un diálogo muy íntimo, es frío y cálido a la vez porque es un diálogo con el otro: puedes construir lugares completos que, a final de cuentas, puedes también destruir en un segundo. Ésa es la visión que subyace a todo el libro: el drama de construir algo contigo, persona ajena a mí, que se puede destruir en instantes.

Y en Filos me enfrento, a través del lenguaje, con mi mente, con el vacío, con la nada. Mi intención era el proceso de escribir. Retomé lo que sabía del método de Cortázar, que era sentarse a escribir sin saber qué, y lo combiné con el método de César Aira, que es escribir una hoja al día sin volver atrás. Los combiné y me dejé llevar por las propias reglas de la escritura y las que me iba mostrando la propia obra. Tenía una representación visual de Filos: en la pared frente al escritorio, tenía un mapa de a dónde me dirigía, qué estaba haciendo. Fue un proceso intenso de escritura de más de un mes, de llegar de la chamba y escribir una hora y parar, irme a hacer otras cosas. Era como entrar en una especie de trance y asomarme a una ventana, un trabajo oracular, una descripción muy bella que me dio Patricia Huerta Lozano: “Toda literatura tiene la potencialidad de ser oracular”.

Casa / Tirante es muy distinto porque saqué mi escritura del escritorio, lo escribí a pie, caminando por la calle literalmente: sentí la escritura. Tiene un ritmo muy físico, las estrofas son cortas a veces y elegantes. A pie, garabateando, quería cazar muy a lo Kerouac esas ideas antes de que se me fueran. Héctor tuvo esta idea genial de encuadernarlos de modo que fuera un libro de un lado y otro libro de otro.4 Me pareció fantástico, es una decisión que observa la relación que hay entre ambos libros, pero también su independencia, que es innegable.


Dahlia, una morra del tianguis

Portada del libro Perras de reserva sostenido frente al stand de Sexto PisoEn el stand de Sexto Piso en la FIL Guadalajara, Dahlia de la Cerda comparte sus deseos de seguir escribiendo con la claridad de que este trabajo creativo es también productivo. Le pregunto acerca de su concepto de morra.

Creo que hay una diferencia de clase. Aunque se ha hegemonizado mucho el término mujeres, la realidad es que nosotras somos distintas: venimos de contextos sociales distintos, de colores de piel distintos, de un montón de cosas distintas. Pero lo que se ha visibilizado históricamente en la academia, en literatura, en el periodismo, es la voz de las mujeres que más tienen porque son las que están en posiciones de privilegio; ellas tienen acceso a estos espacios y replican la voz del amo, de la hegemonía.

Las morras somos las otras, como decía Gloria Anzaldúa, las que hablamos en lenguas salvajes que no se dejan domesticar. Yo quería recuperar la tradición de cómo hablamos, tal como es la cotidianidad. Además, estaban mis objetivos políticos: al hablar en estas lenguas salvajes, también iba a ser más accesible para un mayor número de mujeres. Para poder entender muchos textos literarios tienes que googlear referencias muy cultas. Y yo quería que las referencias las entendiera todo el mundo.

¿Cómo pasaste de la filosofía a escribir narrativa?

A mí me gusta pensar, promover el pensamiento crítico y siento que la filosofía es muy elitista, realmente necesitas privilegios epistémicos para poder entender. Y me preguntaba cómo llevar mis reflexiones acerca de cómo se experimentan las múltiples discriminaciones que viven las adolescentes que son jefas-madres de familia, por ser mujeres, por ser pobres, o cuando llevan a término un embarazo. Problematizarlo esto y que el mayor número de personas pudiera entenderlo, sentirse representada. Descubrí que podía usar la narrativa como un caballo de Troya para mis posturas políticas y mis disertaciones filosóficas. Hacer con un cuento que las personas entiendan sobre gentrificación, racismo, sexismo, sobre un montón de temas que a lo mejor no habían considerado.

¿Por qué es importante contar a las lectoras cuál ha sido tu trayectoria en oficios, en tu trabajo en el call center o en el tianguis?

Porque fue parte del proceso. Haber trabajado en un tianguis me dio material literario que está reflejado en Perras de reserva. Todas estas formas de sobrevivencia te dan habilidades que llaman “blandas” y que, al final, sirven al enfrentar esto que llamamos industria literaria. Por ejemplo, entender que mi trabajo merece ser remunerado, porque yo aprendí de economía en el tianguis, no en una universidad. Cuando quería vender mi puesto, fui con el líder de los tianguistas y le dije: “Se lo quiero vender a Tecuinos porque tiene sólo un puesto y el de las carnitas tiene cinco ¡tiene un imperio!”. Y me responde: “Aquí todos venimos a hacer dinero, si quiere hacer beneficencia, regálelo, no lo venda. Y si lo quiere vender, véndalo lo más caro que pueda porque así funciona la oferta y la demanda. Usted aquí es comerciante, no viene a hacer labor social”. Así que cuando tuve que decidir con qué editorial iba a vender los derechos al francés, tuve que irme por la que me daba las mejores condiciones laborales, porque es mi trabajo.

También podría haber puesto que estuve de profesora visitante en la Universidad de Liverpool o que me ofrecieron trabajo en el CIDE y lo rechacé. Aunque sí quería dar clases, vi todo muy turbio, al presidente ya muy enojado. El CIDE es un espacio muy crítico, pensé que no iba a salir bien, pero siempre agradezco que me dieran la oportunidad. Como yo acompaño abortos, en Aguascalientes eso no es que tú digas bien visto. El CIDE fue el único espacio en el que me dijeron “ahí está el contrato, lo firmas”, pero no lo pongo en mi curriculum porque son cosas que conseguí después de todo el proceso de andar atendiendo clientes groseros en el call center.

Ahora estoy curtida con los haters, ¿ya qué me dicen de que “tú no tienes talento para escribir”? No me importa, ya me dijeron de todo. Estaba en línea de atención a clientes de HSBC, resolvía los problemas de gente que me hablaba muy enojada y recibía insultos todo el día: “Es una inútil, ¿por qué trabaja en eso? Páseme con el gerente”. ¡No teníamos gerente! Éramos un montón de chavos contestando llamadas, tratando de resolver problemas de gente enojada. Estas habilidades que desarrollas en trabajos de mierda son las que te preparan para la vida. Éstas eran cosas que hacía sola y es lo que vale la pena contar.


Teresa, con la piedra de toque de su alma

Teresa González Arce sostiene unas flores delante de un mural de la FIL Guadalajara 2022Los ensayos contenidos en La mala memoria parten a veces de experiencias, a veces de referentes clásicos para explorar emociones como el dolor y la esperanza. Voces autorizadas como la enorme poeta Wisława Szymborska, la cineasta Doris Dörrie y Anna Ajmátova suelen arribar a cuestionamientos, deseos y emociones de la vida privada de la escritora. Le pido a Teresa González Arce que haga una caracterización del ensayo.

Pienso que un ensayo es un pensamiento que se enseña, que no procede de una manera lineal sino, al contrario, de manera muy sinuosa y que puede empezar hablando de una cosa, terminar hablando de otra. Me interesa cómo en todo el camino de esa reflexión va apareciendo un tema que no es ni digresión ni una sorpresa: es algo que se va gestando mientras se va ensayando. Y eso forma parte del arte de ensayar.

Es reflexionar, respetando siempre la manera como uno ve las cosas, partiendo de uno mismo, porque uno nunca parte de cero. Cuando uno ensaya, se necesita poner en juego todo lo que uno es y que lo ponga además a prueba, no enjuiciando, no censurando o calificando, sino más bien sopesando. Como decía Arreola que hacían los antiguos ensayadores de metales, retomando a Montaigne, que están poniendo a prueba los metales con la piedra de toque de su alma. Y eso se me hace muy bonito: estar viendo si me gusta, si no me gusta; si me divierte o no. Es como un estar a solas, pero haciendo lo que uno hace en una conversación.

Me llama la atención que después de tantos siglos, se vuelve siempre a Montaigne.

¡Porque siempre descubre uno cosas! Por ejemplo, últimamente me hice la pregunta ¿quién es el yo para Montaigne? Y me puse a buscar y encontré cosas geniales, ¡qué moderno era este hombre! Me siento reflejada en él cuando dice que no es el mismo en un sólo día, que no puede dar una definición de sí mismo porque en un día podía ser lujurioso, inquisitivo, peleonero y da un montón de palabras para definir sus estados de ánimo que siempre cambian según la hora. Uno entiende que no se está refiriendo a una enfermedad mental, no es alguien patológicamente inestable, sino que lo ve con una agudeza de comprensión; ve que él no es el mismo siempre.

Y también me reconozco en que tengo mala memoria y Montaigne, y esto es algo que supe después de darle título al libro, dice que tiene pésima memoria. A veces, pregunto si de veras conocí a tal persona, me responde mi esposo, que tiene muy buena memoria: “Sí, fuimos a tal lugar con Carlo Ginzburg”. ¡Ah, no me acordaba! Eso me da tristeza, pero al mismo tiempo me da curiosidad y a veces me dan ganas de investigar, porque hay cosas que no se pueden volver a hacer en la vida, pero los libros sí se pueden volver a leer.

Hablando de los referentes, también de la música, de las traducciones, recuerdo una frase de David Bowie escuchada en un documental reciente sobre su carrera. Afirma que le gustaba mucho la música porque no la entendía, que no entenderla le hacía parecer el rock como algo mágico.

¡Qué bonito! Yo soy buena para el francés y era buena para el inglés, pero de pronto la familiaridad que tuve en Francia cuando viví allá,5 me llevó a hacer a un lado el inglés. Ahora entiendo partes, me da rabia porque yo quisiera entender las canciones. Cuando me pongo a traducir, encuentro también que ensayar es como traducir, porque entender es como traducir. Tú entiendes más o menos, porque uno nunca entiende al otro, hay que tratar de ir más allá de tus propios prejuicios, de tu lengua. Y creo que eso tiene que ver con el ensayo: la traducción, la comprensión, el poner en otras palabras lo que alguien dijo o dice.

Las conexiones son importantes, tanto musicales como con películas, con libros, con situaciones, con paisajes; con lo que pueda hacer un chispazo en mí y me lleve a hacer conexiones con otras cosas. Escribir un ensayo es hacer un espacio con todo eso que uno tiene en, no en la cabeza, sino que se va formando en la cabeza y en el cuerpo. Para mí los sentimientos son una forma de pensamiento. Y yo tengo el sentimiento muy presente, es decir, está el pensamiento, pero no soy el tipo de persona que haga elucubraciones muy sofisticadas, filosóficas, como para probar algo, sino que es más bien cosa de que quiero entender para sentir.

¿Estás produciendo, podemos esperar en unos años otro libro?

Claro, ya tengo algunos ahí que hasta estoy empezando a verle forma al asunto. Pero es que así es la vida, uno tiene unos planes y, luego, se van dilatando, como decía mi mamá. Dilatar es una expresión bonita y no muy correcta. Así tengo que dejar cosas aparcadas. Y así empieza La mala memoria, con un elogio del egoísmo y es un emblema muy importante que viene de algo que decía Montaigne, que uno tiene que salvaguardar el tiempo para uno mismo y para lo que quiere hacer. Eso parece fácil pero no lo es tanto, hay que tener cierta astucia para decir sí voy, cuando en realidad sabes que no vas a ir. O a lo mejor, me pasa más seguido, que no puedo ir. Entre el querer y el poder hay muchas cosas que hacer.


Dahlia y las bibliotecas escolares

¿Cómo crees que esta literatura puede llegar a más mujeres, a las morras? ¿Cuál sería tu propuesta?

Hace falta una buena política pública que trabaje en colaboración con las editoriales, con las bibliotecas públicas y sus redes, incluyendo las bibliotecas escolares. Un buen programa podría hacer, sin que las editoriales regalen el trabajo, que esas instituciones promuevan estas lecturas. Que las editoriales, Sexto Piso, por ejemplo, le diera un buen precio a las instituciones para que éstas puedan comprar libros de escritoras contemporáneas y ponerlos en todas las bibliotecas públicas. Además, que se incluyan planes de lectura dentro de los planes curriculares de las secundarias y las preparatorias y que se faciliten los libros a los alumnos. ¿Cánto podría gastar el gobierno en la suscripción al Bookmate? Cuesta 100 pesos al mes, pero tienen acceso a una biblioteca ilimitada de autoras contemporáneas.

Esto ya se hace desde la sociedad civil organizada con buenos resultados. Perras de reserva ha llegado a estas mujeres privadas de su libertad a través de la iniciativa privada o de las mujeres organizadas que les llevan estos clubes de lectura: les encanta porque se sienten representadas. Es distinto que leas Rayuela estando en prisión a que leas Perras de reserva; o que leas Las voladoras o Nuestra parte de noche o Temporada de huracanes, porque estas historias te atraviesan, te tocan. En cambio, pues Cortázar, sí qué padre, pero no hay que mamar tampoco. En una secundaria de la periferia es mucho más atractivo para una chica leer a Fernanda Melchor, leerme a mí, leer a Lola Ancira, a Laura Baeza, que leer a un señor como Gabriel García Márquez.


Román, nadie te apunta con una pistola para escribir un poemario

Captura de pantalla de Twitter, imagen de arte digital en ambiente distópico. Texto: 24 de septiembre, 202X Gente viene desde la capital a morirse aquí./ No conocen las causas de nuestra lucha./ Caen en la primera trampa.Chikala 776 es un proyecto de Román desarrollado en Twitter. Le pido que me cuente de otros de sus intereses que nutren su poesía: el tarot, el juego, los videojuegos en concreto, y la música.

Todo se deriva de que en la licenciatura que estudié, es abierta, Humanidades6 tal cual: nada específico, lo que me ayudó a afrontar que no tengo que elegir un solo camino. Entre mis principales intereses, soy videojugador desde niño y he mantenido ese hábito toda mi vida prácticamente, me gusta la estética, el lenguaje, la narrativa, los universos del videojuego. En particular, admiro lo que hace Shigesato Itoi, creador de una serie de videojuegos que se llama Mother. Se trata de piezas muy profundas, muy bellas. Él era un escritor que de pronto se relacionó con Nintendo. Para mí es una espinita ver cómo involucrarme o desarrollar un juego, o una obra que tenga esta atmósfera, de forma independiente.

También disfruto hablar de música, escucharla, tocar. Me influye toda la corriente del post-punk británico de los años 70, 80, que era una generación de artistas muy conocedores de la literatura. Yo toco el bajo, el ritmo, la profundidad que tiene este instrumento siempre ha sido infravalorada. Para mí es un soporte vital sin el que te pierdes, aunque los otros músicos no lo van a aceptar nunca. Y pues estoy metido en misticismo, esoterismo. Cuando retome la escritura va a estar muy marcada por esto. He tenido experiencias que me va a gustar mucho contar ya de una forma más desenfadada, más relajada, sin tener tanta pretensión al respecto.

Pienso en Marlene Ayala, una amiga muy querida de Argentina, que escribe unos poemas muy sueltos, libres, sin pretensiones. Tengo tantas ganas de copiar esta aproximación, esa forma tan natural, que creo que voy a apuntar para allá.

¿De qué vive el poeta?

¡Uf, qué pregunta! Tuve la fortuna de tener en la universidad a maestros que nos ponían mucho los pies sobre la tierra. Recuerdo especialmente con cariño al maestro Fernando Solana Olivares, escritor de la Ciudad de México. Él siempre hablaba de esta ética del trabajo de escribir todos los días, que nadie es más que nadie si no hace más que nadie.

Mis otros maestros insistían mucho en que el escritor tiene que vivir, puesto que la literatura se nutre en gran medida de la vida, así que me busqué un trabajo y me puse a vivir. He trabajado como productor radiofónico y, actualmente, como profesor. No te imaginas la riqueza que para mí implica el enfrentarme día a día con un puñado de adolescentes, es una fuente inagotable de vida, de historias, de perspectivas que te sacan de la comodidad y esa experiencia para mí ha sido invaluable.

Me remito a los kōans budistas, del budismo chan, en el que el aprendiz quiere alcanzar la iluminación. Se acerca a su maestro y le dice: “Cuando tengas que cenar, cena; cuando tengas que dormir, duerme; cuando tengas que limpiar, limpia…”. Para mí, sigue siendo mi juego de niño, escribo porque es divertido para mí, porque tengo que hacerlo. Lo decía Eduardo Padilla: “Tienes que escribir porque es divertido para ti, de otro modo ¿qué sentido tiene?” Es decir, no es que te pongan una pistola en la cabeza y te ordenen: “¡Escribe un poemario nuevo!”, pues no, y ¡menos un poemario! El poeta vive de su vida, y con todo y ello se sienta a escribir. O se pone a caminar escribiendo, que no lo recomiendo tanto porque luego te pueden atropellar o algo así.



1 Programa de Estímulos a la Creación y Desarrollo Artístico, estímulos económicos a nivel estatal.
2 Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, financiamiento a nivel federal.
3 Editor y coordinadora del Fondo Editorial Universitario de la Universidad Autónoma de Querétaro.
4 El encuadernado es reversible, semejante al dos a dos: la primera de forros equivale a la portada de Casa / Tirante, mientras que la cuarta, es la portada Filos.
5 Teresa hizo el doctorado en Estudios Románicos por la Universidad Paul Valéry de Montpellier.
6 Centro Universitario de Lagos de Moreno de la Universidad de Guadalajara.


Elisa Aguilar Funes (Estado de México, 1984). Estudió periodismo en la FCPyS, UNAM y la maestría en Comunicación y Política en la UAM-Xochimilco. Se ha desempeñado en el área editorial y ha publicado reseña, ensayo, crónica y cuento en Punto de partida y Punto en Línea. Un cuento suyo se incluye en la antología de próxima aparición Sinvergüenzas de la editorial Tinta & Sal. Ocasionalmente escribe en su blog La Azotea. Promueve actividades en torno a la convergencia de la literatura y el montañismo.

 

Punto en Línea, año 17, núm. 113, octubre-noviembre 2024

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Editora responsable: Carmina Estrada. Reserva de Derechos al uso exclusivo núm. 04-2016-021709580700-203, ISSN: 2007-4514.
Responsable de la última actualización de este número, Dirección de Literatura, Silvia Elisa Aguilar Funes,
Zona Administrativa Exterior, edificio C, 1er piso, Ciudad Universitaria, Coyoacán, C.P. 04510, Ciudad de México,
fecha de la última modificación 10 de octubre de 2024.

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