No pude dormir. Aun desnudo, el calor estuvo insoportable. A las cinco de la mañana me levanté y salí del dormitorio. Cubierto sólo por una sábana, vine a tientas a la sala de televisión. Encendí el Play Station y puse el juego de futbol. Como la versión es del año pasado, antes de que me transfirieran a esta ciudad de segunda división, escogí a mi ex equipo para poder jugar conmigo en la pantalla.

cuento-yeso-chidsey.jpgMientras amanece y la humedad se impregna en el ambiente, ya he anotado veinte goles. Laura abre la regadera del baño, el sonido le sirve de fondo a los chirridos que provienen de la terraza. Gracias al Play Station estoy a punto de lograr el título con mi anterior equipo en menos de tres horas, lo que no hice en seis años. El sonido de la regadera cesa. La silueta de Laura aparece en la sala y se interpone entre la televisión y yo. Sigue con la cara de anoche, así que le pongo pausa al juego. Mira hacia mi pierna enyesada y luego hacia mi pene. Me quito la sábana. Tengo una erección incuestionable, toda mi piel está barnizada de sudor. Laura me ve con repugnancia. La espero. No dice lo que piensa. Desaparece peinándose el cabello. En la pantalla estoy a punto de anotar, quizás por eso tengo la erección. Laura sigue molesta porque, como dijo anoche, estoy infectado de mediocridad.

Reanudo el juego. Voy solo por la banda derecha, driblo al defensa, disparo y… cerca la bala. En realidad sí que lo hubiera metido, pero démosle la razón a la máquina, sí, lo he fallado. Escucho cómo Laura elige sus calzones. Se los pone. Saca toda su ropa del closet. Camina para ver todas las opciones desde todos los ángulos. Casi puedo ver el esfuerzo para ajustarse unos pantalones de mezclilla en sus anchas caderas. Me ha quitado el balón un defensa que en realidad ya se ha retirado. Debo concentrarme en el juego. Recupero la pelota y avanzo por la banda derecha, me enfrento con el portero, lo eludo, disparo y… lejos, desviado. Escucho los tacones de Laura que se acercan. Le pongo pausa al juego. Atraviesa la sala de televisión un par de veces. Tacones, platos, cubiertos, pulseras. El aroma cuento-yeso-rawku5.jpgde su acondicionador. En la pantalla, mi yo está suspendido, esperando el reinicio. Su taconeo va de un lado para otro. Se detiene de nuevo en la sala. Toma el teléfono. Miro cómo sus nalgas avanzan hacia la recámara. Marca un número. Abre una maleta. “Hola. Disculpa, me he despertado mal —dice Laura a su interlocutor mientras dobla su ropa y la acomoda—, ¿te importaría si no voy a la oficina? Ajá. Ajá. ¿No hay problema? Muchas gracias, qué lindo. Sí, ya ves, sí, sigue con el yeso. Gracias, le diré que lo admirabas, gracias. Sí, fue grande, gracias. Muy bien, nos vemos mañana temprano, entonces.” Cuelga. Cierra la maleta. Sus tacones atraviesan toda la casa. No he movido mi cuerpo en tres horas, mis sudores comienzan a sugerirme un buen baño. Me olfateo la axila. Le quito la pausa al juego. Tomo la pelota a mitad de la cancha, corro hacia la portería y driblo a un defensa. Se acercan los tacones a la sala. Driblo a otro defensa, estoy frente al portero, lo tengo vencido. Laura se interpone entre la pantalla y yo. Le pongo pausa. Me mira a la pierna enyesada. No dice lo que piensa. Yo tampoco digo que me gustaría que se moviera, que estoy apunto de meterle un gol a Memo Ochoa. Ella, arriba, me ve retadora. El moretón en su ojo izquierdo me provoca una risa opaca. De inmediato, Laura corre hacia la puerta. Escucho sus tacones, las ruedas de la maleta, el cerrojazo y un grito encendido que no alcanzo a entender. Me miro suspendido en la pantalla, a punto de anotar. Levanto mi cuerpo del sillón. Salgo desnudo a la terraza arrastrando la pierna. Escucho un silencio agobiante. Pareciera que alguien ha fallado un gol clarísimo, aunque seguramente es la tranquilidad de una ciudad de segunda división. ¿Cómo saberlo? Respiro hondamente. No soporto la comezón debajo de la pierna enyesada. El aire húmedo me envuelve, quiere comunicarse conmigo. Contiene verdades pesadas que comienzan a escurrirme por el cuerpo.

 

Ilustraciones:
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Andrei Vásquez (Oaxaca, Oaxaca, 1982) estudió Diseño y Comunicación Visual en la ENAP, UNAM. Ganó el décimo consurso de cartel de la filmoteca de la UNAM. Es guionista, reseñista de literatura y colaborador de revistas. Como narrador ha sido antologado en Sin mirar atrás y Fantasiofrenia II.

 

Punto en Línea, año 17, núm. 113, octubre-noviembre 2024

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