Una llamarada de ámbar incendia el ojo de agua de una perla
Muchachas rubias de cristal dejan caer la regadera de calor y miel de su cabello
Sobre el escalpelo de la nube la gaviota es el recuerdo que en el acantilado o la memoria a veces tiene la forma de una piedra Cuando sus alas golpean lo más débil del cielo
En lo profundo una mano arrugada como el cuerpo de las dunas recoge las estrías de la red de pesca Y deja sobre el agua tejido con la espuma el hallazgo doloroso de la sal en las heridas del labriego del mar
A veces también miro el silencio del sol que divide el paisaje marítimo
Pero en la mirada voraz que hay en mi rostro te veo dispuesta sobre la sábana del día Tu cuerpo tiene la belleza del verano entera en la redonda sed de la sandía
II. Lima
No existe la ciudad es la perra tristeza ―la tuya y la mía― que en el corazón de la lágrima comienza a ladrar
III. Puerto Ocopa/ Río Perenné
Qué duro y dulce, amada, es el viento del invierno en la selva. El brazo pareciera del pescador maduro pero látigo que cosecha en el río más negro el alimento fresco de oro tierno: un dorado, una doncella, en tus labios deja; un fiero jabalí, una oveja, en ti dispone.
Y algo más agreste, como timbales en los techos, son símbolos de lluvia que duermen y despiertan en el corazón verde de la selva. Es la jauría, lo sabes, que pecho adentro también apasionada duerme. Y para mirar el cielo raso miro la extensión profunda del cerrado abismo.
Ven, amada, a las orillas de la rivera que dan forma al espejo de los días. Qué dios con tal sabiduría puso nombre al río: llamar a su camino lo que en sus pasos vacila. Apenas la planta de uno el agua llana pisa, desaparece la huella como si fuera vana.
A veces dudo y pienso que también perenne como el río es nuestra vida. Y adentro de la piel del cauce ―nuestro y del día― aguardan el oro, el pez, la cabra, que alimentan, con espinas o diamantes, nuestras almas.
Carlos Ramírez Vuelvas (Colima, Colima, 1981) es egresado de la licenciatura en Letras y Periodismo de la Universidad de Colima y de la maestría en Letras Mexicanas de la Universidad Nacional Autónoma de México. Ha publicado el cuaderno de poesía Calíope (2001), el libro Brazo de sol (2002), con el cual mereció el Premio Estatal de Poesía, además de Cuadernos de la lengua y el viento (2007), en coautoría con Avelino Gómez Guzmán. Algunos de sus poemas se incluyen en las antologías: Los extremos que se tocan (2004), Un orbe más ancho. Cuarenta poetas jóvenes de México (2005) y La luz que va dando nombre (2007), así como el cuaderno de viñetas Ruleta Rusa.