Retaguardia: una mirada retrospectiva
En 2009 se conmemoran varias fechas dentro de la genealogía de las vanguardias, la más importante: los cien años del primer manifiesto futurista (“Le Futurisme”) en las páginas de Le Figaro del 20 de febrero. Cien años, también, de las primeras noticias que Latinoamérica tuvo sobre el movimiento que encabezara Marinetti: Rubén Darío traduce el programa y exorna sus ideas en La Nación, de Buenos Aires, el 5 de abril; un texto anónimo en A República (Rio Grande do Norte, Brasil) da a conocer los postulados de la “nueva escuela”, el 5 de junio; Amado Nervo hace lo propio en el Boletín de Instrucción Pública, en agosto; Rómulo E. Durón reseña y traduce el manifiesto en la Revista de la Universidad de Honduras, a mediados de noviembre, y Amácchio Diniz presenta el futurismo a las Antillas el 30 de diciembre de ese año.1 ![]() A ochenta años de este último suceso, sirva la siguiente retrospección (una irremediable mirada en retaguardia) como una modesta lucha contra su olvido. Un manifiesto en Bandera de Provincias En la primera quincena de mayo de 1929 aparece, en Guadalajara, una hoja tabloide dirigida por Alfonso Gutiérrez Hermosillo: Bandera de Provincias. Quincenal de Cultura2. El origen de la misma se explica en la editorial, titulada “Santo y seña”: “Tenemos el ejemplo de todas las juventudes. Dentro y fuera. Se agrupan los franceses, los españoles. Aun los arenales —mudos— agrupados oyen el mar. O la laguna. Sólo nosotros estamos dispersos todavía.” La revista es un llamado a la unión que busca integrar a la provincia y a los autores jóvenes al quehacer literario del momento. El interés por formar parte de un espíritu de renovación continental orienta el discurso de apertura y perfila los objetivos centrales presentados en lo que bien podría llamarse un plan de acción. En “Santo y seña”, Antonio Gutiérrez Hermosillo recalca las directrices de la publicación: “difusión del pensamiento propio y ajeno”, “¡Muera la dispersión!”, al mismo tiempo, invita a la “búsqueda de nuevos valores” y expone un deseo a realizarse con el “esfuerzo” de los integrantes y que no le fue concedido: una editorial. El grupo sin número y sin nombre, responsable de la revista, lanza en ese número un manifiesto firmado por Agustín Yánez, Esteban A. Cueva, Alfonso Gutiérrez Hermosillo, José G. Cardona Vera y Emmanuel Palacios. Tanto la tematización de los elementos nacionales (ilustra la primera página una composición provinciana de Gabriel Fernández Ledesma), como el deseo de trabajar en conjunto (además de los nombrados, la primera página da cuenta de nuevos integrantes, artistas, jurisconsultos y ciudadanos como un logro obtenido) motivan algunos puntos abordados, como la universalización de la provincia o, mejor dicho, la incorporación de ésta al anhelo generalizado de modernidad artística; la fugacidad como oposición a la grandeza, y el compromiso del escritor frente a los problemas éticos y estéticos. Los integrantes expresan su deseo fervoroso de formar parte de la actualidad literaria: “Saludamos a todos. Nos universalizamos.” Su interés está situado en el presente; quieren ser partícipes en el ejercicio de innovación que propone la vanguardia. El grupo declara su lugar de origen pero enfatiza su naturaleza nómada: “grupo sin número y sin nombre. Sin residencia oficial. Ha nacido en Jalisco, pero bien puede morir en cualquier parte.” Alentados, quizá, por un desinterés sobre el devenir, se postulan ajenos a todo lo que suponga una proyección, su ocupación es el momento coyuntural: “El arte por el arte es lo más inactual”. La revolución no puede ser sencillamente literaria: “Conocemos la honda lucha. La reconocemos. Vivimos humo y dolor. Son nuestro ambiente. De tal modo raso que de continuo nos aprieta. Así, es verdaderamente imposible no hacerle caso.” ![]() Coherente con el carácter efímero que promueven e incluso con ese paradójico “nombre” que los bautiza, el manifiesto del grupo contiene un programa sin programa: “Amplio y corto programa —el de cada uno— sin escuela. Ancho el espíritu, el entendimiento, la comprensión.” La libertad guiada por la búsqueda de nuevos valores estéticos parece ser la única condición para formar parte de la nómina de integrantes. El grupo sin nombre pretende la unificación de los centros culturales que han permanecido en una suerte de anonimato debido a la marginación o la exclusión del foco artístico capitalino y, por ende, de la creación novedosa y la composición de vanguardia del primer mundo. *** Tras la Revolución y con las transformaciones políticas y sociales que atrajo, se crea un ambiente propicio para el surgimiento de publicaciones que buscan la anexión de las provincias en el proyecto de modernidad del país. En la década de los veinte las revistas literarias fueron los principales órganos de difusión e intercambio de propuestas estéticas entre los distintos grupos vanguardistas y el público receptor. Las pretensiones de la mayoría eran la anexión de lo nacional a la “nueva sensibilidad”, a la “nueva época” y el encuentro con las expresiones artísticas de distintas latitudes. Salvo las extraviadas Irradiador u Horizonte, México no fue prolífico en la producción de revistas de ruptura: la mayoría buscaba la modernización artística, cultural e incluso científica continuando una línea editorial heredada del siglo XIX.4 ![]() A ochenta años del manifiesto, las diferentes regiones geográficas aún no gozan completamente la proyección que ofrece “el centro”. Pero la situación ahora, afortunadamente, es distinta. Quizá habría que agradecer al Grupo sin número y sin nombre por las primeras acciones que facilitaron la inscripción de las provincias en la construcción del acontecer literario nacional.
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Ilustraciones: Hiram Barrios (Ciudad de México, 1983) estudió Lengua y Literaturas Hispánicas en la UNAM. Ha publicado en las revistas Exordio, El Universo del Búho, La línea del cosmonauta y Tierra Adentro. Es autor de un libro de relatos inédito.
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