Viernes 24. ¿Quieres que pase por ti? Puta madre, pienso. Esta mañana tenía todo preparado para tomar el metro. PERIFERIA: es lo que leo en el periódico del tipo que espera junto a mí en el andén de la estación Hidalgo. El tipo voltea la página y ahora leo LA OMS PREOCUPADA POR LA EPIDE…, su mano tapa el resto de la frase. Hay un montón de gente aquí, me pregunto si debería estar preocupado. Muchos llevan un tapabocas azul. Esto parece episodio de ER, sin Maura Tierney, claro. El metro llega. Viernes y a esta hora, debería ir repleto. Va lleno, pero se puede vivir. Me subo. Al poco rato leo ...UÁREZ a través de la ventana, en la pared de la estación: el brazo de una señora tapa el comienzo de la palabra. Son las 19:25. ¿Por qué el hombre que va al final del vagón trae lentes oscuros? ¿Qué?, le pregunté. El teléfono se escuchaba muy mal y yo me estaba bañando cuando entró la llamada. Que si quieres que pase por ti. Silencio. Está bien. Por la ventana del vagón entra una bocanada de aire caliente. “Buenas tardes, señoras y señores usuarios, Crónicas de América pone a la venta Historia de Tlaxcala…” la voz de la chica que me está gritando al oído no me deja ni pensar lo que escribo. “Lo vengo entregando a veinte pesos, se llama Historia de Tlaxcala…” A veces pienso que soy un imán para los vendedores ambulantes. Llegamos a CENTRO MÉDI… eso es todo lo que puedo leer a través de las cabezas de los demás pasajeros. 19:38. ETIOPÍA/PLAZA DE (los barrotes de la ventana se interponen) ENCIA. Mi oficina cerró temprano y nos mandaron a todos a casa. Hay alarma en toda la ciudad. El vagón se detiene y los ventiladores del techo me azotan la cara con más aire caliente. Me pregunto cuántos miles de millones de virus puede contener. Tengo hasta las veinte horas, después cierra el local de envíos. Suspiró, ¿quieres o no que te recoja? Tuve que aceptar, no hacerlo hubiera significado una pelea y dar explicaciones. Yo prefería viajar en metro e ir a dejar el paquete en la mañana, pero no tuve opción. El vagón no se ha movido. Nos mandaron a todos a casa, pero yo hice tiempo para que ella se fuera. Necesitaba el metro. Necesitaba llegar. 19:45. Si no pongo el paquete hoy, no llegará a tiempo para el cumpleaños de la Vaquera. Tengo hasta las 20:00 horas, de otro modo habrá que esperar hasta la semana que entra. ¿Por qué tengo que esperar?, me pregunto. “Más de ciento cincuenta temas en MP3”: suena Juanga a mi lado. Soy un imán. A mi lado hay una sudadera que dice RAIDERS, una viejita me tapa la mitad, pero completo la palabra en mi mente. Han cancelado todas las funciones de cine. Es probable que vayan a hacer lo mismo con el futbol. No viajen en metro. No se saluden de beso. No se abracen ni se den la mano. No viajen en metro. No viajen en metro. En la mañana, mientras íbamos en el auto no dijimos nada, sólo escuchamos en la radio que alguien explicaba que esto no es una epidemia, sino un brote epidemiológico. Para las dos de la tarde ya era una epidemia de nuevo. Intenté hacer tiempo para que ella se fuera y no se ofreciera a llevarme de nuevo. Han dicho que van veinte muertos hasta ahora. Se rumora que en realidad han muerto un promedio de cinco personas por hospital. Están clausurando la ciudad. 19:50. El aire caliente sigue golpeándome la cara. Siento el sudor en mi cabeza. Esto es un caldo de cultivo. No viaje en metro. ¿Voy a morir por estar aquí?, me pregunto. Sé que es una pregunta ingenua, pero también sé que los otros, los cinco en promedio por hospital, pudieron preguntarse lo mismo en algún momento. No sé si voy a llegar a tiempo, porque el vagón sigue sin moverse.
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Arturo Vallejo Novoa (Cuidad de México, 1973) cursó estudios de cine y literatura. Es maestro en Letras por la UNAM. Colabora en diversas revistas y medios impresos y electrónicos. Su primera novela, No tengo tiempo (premio Caza de Letras 2008), será publicada por la editorial Alfaguara en coedición con la UNAM en septiembre de 2009.
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