Para Diego Velazco Yount
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Asesinos de Bolaño Teníamos 21, tal vez 23, Y todos escribíamos como Bolaño Carajo, deberíamos matarlo, Torturarlo, hacer que diga lo que él no dijo. Hace falta viajar, dijo. Y tener sexo, dijo. Y leer, dijo (¿él lo dijo?). Todo eso para matarlo. Matarlo no. Entonces Aniquilar el polvo De sus letras. Ni viajar, ni leer, ni tener sexo solamente. Seremos felices Y olvidaremos Entonces vendrá Lo Nuevo. En la banca del olvido Entre tus manos marchitas la flor desaparecida. Esa flor no era nada Sin pétalos De una sola hoja Y un triste color rojo Inexistente La acariciabas En la espera Por eso era bella Porque la tomaste Aunque no existiera. Paralelo En ese sueño había un parque, el parque de enfrente. De casa. No era el mismo. Difería en algo. No. Eso suena a diferendo, y en ese sueño los parques no peleaban por sobreponerse el uno al otro. Pienso ahora que uno de los parques vuela encima del otro; el que tenía algo más, flota y se esparce por el parque despierto y quiere obligarlo a dormir. No. Le pide que duerma. Eso es lo que veo. Parque que trata de mover la tierra lentamente y suplicar su caída. En ese sueño, regreso. Había un lago. Un lago que ocupaba una pequeña parte del parque. El lago era oscuro, al principio. Un lago sucio, destrozado. Vi un puente. Unía al parque y separaba el agua. Entraste al lago. Rápidamente. No hubo tiempo para liberarse, de lo humano. Las ropas se mojaron. Nadabas, y supuse que el frío del lago no me dejaría entrar. Pero lo hice, tambíen sin pensarlo. El agua no helaba. Vi el fondo. En el lago. Era claro. Había basura, cartones y envolturas. Vi un objeto, bajo el agua, bajo el puente. Lo vi muchas veces y se parecía, al otro parque. Y me sentí feliz. Desperté. Quise llorar. No pude dormir. El absurdo […] La chica no lo deja de ver, una mujer con un reloj grande, con una bicicleta dibujada al centro, la mujer con un anillo mueve los dedos con impaciencia, el hombre parpadea, la mujer habla con otra como si hablará con una grabadora, ríe por momentos, escucha pero no es capaz de conversar, jamás se ven, hablan; hablan hacia la banca del lado contrario, hablan hacia las paredes que se mueven, hablan como si hablaran con una grabadora que se acciona dependiendo de la actitud de la mujer, una risa, un comentario que sirve, que se detiene, la mujer me ve. Entra un vagabundo. Y dice: yo se que me miran con desprecio, yo se que me miran como a una persona que no vale nada, que les doy asco, que huyen de mí pero yo, yo tengo una mirada carnal, repito: yo tengo una mirada carnal, repito: yo tengo una mirada carnal, y pienso: todo debería tener un límite, y todos estamos aquí con un evangelizador en el vagón y no sé que maldita sea quiere decir con una mirada carnal, pero igual lo escucho, igual lo veo caminar mientras el metro avanza, y me doy cuenta desesperado que todos vamos solos en este vagón. Y que nadie existe. Y que nadie existe, ni la mujer con el cabello negro pintado con rayas naranjas, ni el viejo que arrastra dos cajas y arrastra los pies junto a las cajas, y arrastra su edad junto a las cajas, y arrastra la ceguera junto a las cajas. Ni los hombres que se arrastra, con un trapo en la mano y piden dinero. Éste es un maldito infierno posmoderno, y vuelven las categorías, otra forma de ceguera, así sea el infierno posmoderno, moderno, presocrático (¿de qué estoy hablando?). […] Se escucha el sonido desordenado de tacones que suben las escaleras. Una mujer posa en una revista deformada por el Photoshop […]. En todas las formas: Carajo, estamos solos. Me explico: Las palabras El vacío No son nada. Descubrir lo que hace falta. Manual UNO El vacío que dejó la escritura DOS Una avenida oscura De postes caídos, destruidos TRES Querer ver hacia dentro No. De nosotros Eso no Hacia dentro De todos CUATRO Que nos ha dejado Mierda Poner Algo En el vidrio Transparente CINCO Reflejo Acuático Que se mueve SEIS Quebrar el agua Colorear el vidrio Pasado Con una piedra es lo mismo SIETE Listo. No Muerto. Pero en el camino. |
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Ilustraciones: |
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