En todas sus representaciones, aparece la forma engañosa del ser humano. Ya sea sentado o de pie, las cuatro extremidades desembocan en la representación proteica de las manos y los pies; el cuello y las facciones pertenecen a un hombre. Sin embargo, detrás de la vitrina del museo se yergue una quimera descompuesta, aterradora; grotesco simulacro de lo siniestro. Un pellejo rugoso, horadado unas veces, corrugado otras, le cubre el cuerpo a excepción de los pies, las manos y la cabeza; una continua marea que enfebrece su cuerpo. La cabeza revela la heredad antiquísima del simio y de la geometría ruda y pulcra: grandes orejas, craneo ovalado, nariz chata, cuencas vacías y labios desdibujados en el alarido de un pozo de nada. Esta figurilla de barro antaño acarreaba al embriagante rito del Xipe Tótec, Nuestro Señor, durante el mes Tlacaxipehuiliztli, el desollamiento de hombres.

ensayo-xipe-artehistoria.jpg Reconocimiento y asombro, las antiguas imágenes cabalgan en la contemplación exótica o en la científica, atiborran el imaginario, desembocan en la fantasía o en el apartamiento, son presa de los tiempos nuevos, se transforman en utensilios; pero mientras, han ido tejiendo la trampa a su víctima bajo el sigilo y la inocencia para revelarse en una vivencia cercana al presente. Funcionan con la ambigüedad que los discípulos de Hermes Trismegisto atribuían a los símbolos, los iniciados conocían su significado profundo configurado según la relación absoluta entre las realidades íntimas de un mundo invariable, símbolos construidos según el dictado de la intuición y el instinto, barro modelado por manos bajo el gobierno de la sensualidad del mundo, en un instante de asombro veleidoso y rapto erótico de la conciencia por el universo. En el fondo, esos símbolos están repletos de un vacío innegable que otorga la capacidad de la multiple interpretación pero la misma vivencia.

Así, esas cuencas vacías y la boca sellada en el alarido registran un llamado a contemplar, absortos, el misterio. El misterio de la concepción, de la vida y el crecimiento, el misterio de la nada, de aquello que nos define de manera negativa, es decir de aquello que no somos sino como contraposición. Conocemos la vida, la concepción, el crecimiento y la nada, mas no su misterio. Las formas y los límites que implican los horizontes conceptuales nos alejan de la percepción majestuosa del horror en el misterio de las cosas.

A esta informidad se le dedicaba el rito azteca del desollamiento de hombres, éste era Nuestro Señor el Descarnado, la nada disfrazada de hombre vomitando el horror ante su visión. Celebrado en tiempos previos a la siembra del maíz, el rito se asocia con la lucha que entabla el grano en las profundidades del seno materno terrenal: para nacer hay que luchar contra la inexistencia. Previo a la generación está la incertidumbre, el misterio; pasada la vida, la existencia en la muerte; luego el ciclo.

Una vez desollados los cautivos reservados para el sacrificio mensual, el guerrero más diestro tomaba sus pellejos y los vestía, danzaba durante la noche por Tenochtitlan asestando golpes con el fémur de algún sacrificado a quienes intentaban tocarlo siguiendo la creencia en sus poderes curativos. Terminado el mes, se quitaba las pieles hediondas y lavaba su cuerpo en el lago. Había sido el Xipe Tótec.

ensayo-xipe-wikipedia.jpgLa nada disfrazada, metida en el cuerpo del hombre para manifestarse y engañar en la tierra, pues una comunidad acepta al otro al encontrar entre su diversidad lo común: la forma. Forma divina pero humana, facilidad de reconocimiento en el cuerpo por vía del cuerpo, cercano a una percepción estética está el reconocimiento por intuición somática: la piel que vestía el combatiente azteca es el pellejo que reviste su existencia de hombre, pero el guerrero también porta esa piel. Quizá bastaría para cumplir el rito una posesión usando enteógenos, logrando el reconocimiento esperado; en cambio usa un pellejo que se antoja pestilente en las representaciones grumosas del barro: su objetivo no es reconocerlo y aceptarlo, sino reconocerlo y saberlo ligeramente distinto, saber que somos engañados, su objetivo último es que reconozcamos el truco. Así mismo, existen dos comportamientos que comparten dicho propósito: la locura, en tanto que es necesario reconocer la presencia de capacidad normal en la conducta para aceptar el comportamiento desaliñado; y la escritura que bajo todos los esquemas propone el modelo de la novela policiaca: suscitar el asombro ante lo verosímil.

Este reconocer lo ajeno como propio para encontrar en lo común los rasgos del misterio es lo que se define como siniestro: el doble (William Wilson, cuentos de Hoffman), la máquina de coser con la sombrilla y la mesa de disección, un autobús en el que todos los pasajeros portan flores; engendrar el extrañamiento en la contemplación de nuestro reflejo, pues la imagen especular no es yo sino otro: Xipe Tótec. Un hombre que no es sino nada y hombre. Ya Pico de la Mirandolla afirmaba que gracias al puesto que ocupa el ser humano entre el cielo y el infierno resulta su capacidad para cambiar de forma desde planta hasta Dios, pues posee conciencia de sí mismo. También Xipe Tótec afirma la resolución metamórfica del hombre: es en sí un misterio de gestación, el engendro de la semilla radica en el cuerpo purulento. Si San Agustín condenaba el teatro clásico comparándolo con la peste, bajo el mismo razonamiento se encuentran las figurillas del dios: los sentimientos que generan no son visibles sino ya avanzada la enfermedad, cuando el cuerpo casi moribundo desata los síntomas de la hemorragia y el vómito; entonces nace el engendro, tierno retoño de maíz parido después de una larga lucha. No obstante  despertar la revolución en la vida pública, la metamorfosis del individuo se trueca, la mayoría de las veces, en un vacío, es decir una indeterminación que culmina en la pura especulación, que tiene a la pregunta por respuesta.

ensayo-xipe-wikilearning.jpg Con mirada absorta vemos a la figurilla que nos interroga y nos dirige la misma cavilación. Desconocemos el mundo. Al conocerlo, lo desvirtuamos. Sumidos en la cabalgata de lo exótico y lo preciso, padecemos la identidad en la ambigüedad, condición del mestizo. Sin posición, sin propiedad, derrumbado el imperio mexica y el reinado de España, el mestizo comenzó a construir su historia, gestada en ámbitos oscuros de revoluciones claudicadas o frustradas, su engendro se vislumbra brillante, valioso, mas la carne tumefacta hace tiempo que está hedionda, como el olor del pensamiento.

 


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Ilustraciones:
Xipe Tótec www.artehistoria.jcyl.es
Xipe Tótec o Tezcatlipoca Rojo, Códice Borgia
http://es.wikipedia.org/wiki/Xipe_Totec
 Xipe Tótec http://www.wikilearning.com/
monografia/el_final-el_final/6400-1



Carlos Alberto Chávez Calvillo (1988) es estudiante en la carrera de Lengua y Literaturas Hispánicas. Ha publicado cuentos breves en revistas independientes.

 

Punto en Línea, año 17, núm. 113, octubre-noviembre 2024

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