Península, península
Hernán Lara Zavala
México, Alfaguara, 2008


 

Labra la palabra y aparecerá un mundo
Hernán Lara Zavala. Península, península

 

portada-peninsula.jpg La literatura se ha distinguido por representar la ambivalencia de la naturaleza humana: por un lado nos muestra el estado más destructivo, salvaje y violento, mientras que por otro nos refleja el carácter más dócil, noble y afectuoso del hombre; además nos ubica en un tiempo y espacio determinados, con lo cual podemos situar a los personajes en su particularidad moral, psicológica, política...

La historia es el relato de las ambiciones, pasiones, prejuicios y juegos de poder que ha protagonizado el hombre. Pero ese relato, ¿desde dónde nos puede ser contado?, ¿desde los victoriosos que se imponen a los vencidos o desde los oprimidos que buscan sublevación en contra de los opresores? Tales preguntas nos servirán de fondo para comprender el entretejido con el que Hernán Lara Zavala construye la novela Península, península, ganadora del Premio Iberoamericano de Novela Elena Poniatowska de la Ciudad de México 2009.

En voz de un narrador omnisciente, el autor se cuestiona acerca del carácter contradictorio con el que los victoriosos han escrito la historia, ya que parten de una inversión de los conceptos para apropiárselos y justificar la barbarie con la que han sometido a los pueblos. Por ejemplo, haciendo referencia a la esclavitud y a la pobreza encontramos en el libro: “Claro que nos interesan los pobres, los indios y los derechos humanos; por algo tenemos servidumbre, ¿no? […] el anhelo de posesión entraña el uso de siervos, lo que hace patente la existencia de los pobres.” ¿Qué justificó la exclusión del indio para el conquistador? Muchas son las respuestas: civilización, religión, poder. En el fondo, la supuesta idea de la superioridad del conquistador sobre el nativo sirvió como principio por medio del cual se excluyó radicalmente a este último.

La obra nos relata la conocida Guerra de Castas entre indios y blancos, suscitada en la península de Yucatán, que tuvo su periodo más cruento de 1846 a 1849 pero que se extendió hasta 1901, fecha en la que Porfirio Díaz acabó definitivamente con la sublevación.

La península se había caracterizado por ser una región trágica desde tiempos anteriores a la Conquista pues la zona había sido azotada por sequías y hambrunas; pero ya en la Colonia la esclavitud, el despojo de tierras y la opresión fueron algunos de los factores que hicieron que los indios mayas materializaran el odio ancestral se materializara contra las familias de descendientes europeos y cobrara muchas vidas.

La novela no intenta ser una apología de la sublevación, ya que nos muestra también los errores y excesos cometidos por el pueblo maya: crueldad, odio, resentimiento. Quizá la incapacidad de tratar a los opresores de una manera distinta a como ellos los habían tratado fue el motivo por el cual fracasó su intento de independizarse.

Los personajes retratados son un tanto dísimiles: desde oficiales del ejército, caudillos mayas, clérigos, una institutriz inglesa, un comerciante de origen europeo, un médico irlandés y hasta un novelista; pero la disimilitud de éstos no contrasta con la tensión incitada, pues en cada capítulo se van imprimiendo diversos conflictos internos que provocan un tratamiento sobresaliente de las historias.

“Cómo resolver el conflicto, si acaso existe, entre ficción e historia”. Si la novela es, como nos dice el autor, “el juego del que se sirven memoria e imaginación para evocar otras voces, otros tiempos y otras situaciones”. Entonces ¿cuál sería el conflicto de poder recurrir a la historia para elaborar una ficción? Creemos que no lo hay. El mérito de Lara Zavala, más allá de la problematización en torno al carácter ficcional o no de la escritura, estriba en el hecho de que allí encontramos una crítica social enraizada en la historia misma, una reflexión sobre a la condición política del hombre; pero más aún, en que esboza una nueva formulación sobre el problema de la conformación de las identidades y la inminente polarización entre las clases sociales.

 

 


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Alejandro Gaspar Guadarrama (Distrito Federal, 1985) cursa estudios de Filosofía en la Universidad Nacional Autónoma de México. Ha colaborado en diferentes suplementos culturales y revistas impresas y electrónicas. Actualmente trabaja en la Secretaría de Cultura del DF como corrector y revisor de publicaciones culturales. Ha participado en la organización de la Feria del Libro en el Zócalo de la Ciudad de México, las II Jornadas de Poesía y Poetas de América y en el Premio Iberoamericano de Novela Elena Poniatowska.

 

Punto en Línea, año 17, núm. 113, octubre-noviembre 2024

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