El retrato de Jeanne
Pintaré tus ojos cuando conozca tu alma. Amadeo Modigliani
Mujer, arráncate la luz, habita mis manos vaciadas de color. ¿La pobreza? su cara sucia nos mira, se asienta el polvo. Sigues aquí. ¿La nieve? Los golpes excitan la carne, de morado el hielo se derrite. Sigues aquí. Derroché los pulmones en el escondrijo del hollín, me queda grande el aire, sorbo tu aliento. No te vas, ciega de mi angustia. Los ojos y el azul que agita mis uñas, ellas miran, presienten el color de la carne, son las despojadas de piel brillante. Saben ver. Tú, penumbra en el retrato, paloma del alcohol y la amapola. Ya tus ojos cuelgan del añil, atisbo del albor. Un anillo se acomoda en tu cuello, cae preciso a la hora en que soy espejo. Presencias tu vestido y el cuartucho. Eres los ojos, todos los ojos. Exilio Por la blancura del refrigerador brindamos. Por la ausencia de malos olores, a uva masacrada por el frío. La sopa hecha jirones que se impacientó hasta el suicidio. Nos quedamos sin pimienta y sin espasmo; limpiamos hasta penetrar el tiempo, desterrar la mácula al lugar evanescente. El hocico de la mosca busca y sólo blancura. Nada del pasado y sus tropelías, ni descuido o abatimiento, sólo blancura Ni la culpa y su hediondez, sólo blancura. Descansan los ojos en la límpida calma de lo trasparente y la mosca chilla en el exilio.
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