Traducción de Aurelio Meza
Tomados de: Ben Doyle, Radio, Radio. Poems, Louisiana University Press, Louisiana, 2001.
Vida estática
Esto debe ser lo que quería decirte:
nada es nada nuevo, oh mi diosa, oh mi bien,
el pandemónium cabe en la cabeza de un alfiler
cuyo centro está dentro del cuerpo de una polilla venenosa
color rojo veneno.
Que sean mil millones de pandemóniums, cada uno del tamaño
de un miedo, un ataque, la decadencia resonante; una idea.
Montañas de polillas se arremolinan en el arco de oro
mientras se azotan contra él… sexo desesperado.
Están rotas o por romperse. Un ala buena
bate por las dos:
caída en círculos.
Más de cinco mil millones servidos y aún tengo hambre y acidez,
mi mesa aún está destrozada, aún desordenada, mi cabina aún está muy estrecha.
Las ventanas de las iglesias aún están construidas sin descongeladores,
aún las cámaras vienen sin interruptores de seguridad
y un gran pandemónium aún está procesando [palabra, comida]
a la estática ciudad. Más allá de las afueras, la destiladora goteante;
los mamíferos salvajes sorben, gruñen y se tropiezan
en un claro donde las rosas ebrias se tambalean cual polillas en amoniaco.
En todas las fotografías mis ojos tienen este color.
Centro de cereza. Boceto sanguíneo.
Linterna oscura
Falla horriblemente torcida la que me trajo aquí.
Suerte a larga distancia o falta de ella.
Oh, teníamos indicios mas eran honestos
Indicio: el plato de leche sucio, los escarabajos
Plateados secándose totémicos en todos los mosquiteros.
Oscuridad que se desprende, estrellas descargadas hasta las heces,
Encendí mi linterna oscura pero dejé las lumbreras
Cerradas. Hace que el negro se vea más negro, afiladas grietas
Triples, rayos tan delgados que los contornos de los objetos
Se hacían más ocultos, inmanejables, más
Inimaginables que cuando sólo nos aferrábamos a los filamentos
Del tejido de nuestra memoria. Y estaba seguro
Que si desataba más noche, la noche nos destruiría
Y me apenaba que hubiéramos podido destruirla.
Visibilidad encauzadamente en blanco aquí. La estela
Del verbo al sustantivo: tres delgadas tiras de luz…
Mientras tanto, nuestra situación fue ascendida a
Una “Situación”. Sietzkrieg* de los sentidos restantes.
La quemadura y el hedor del combustible succionado de un conducto
Y la mecha que resuella como pulmones atados con tirantes.
Mientras tanto, nuestra situación fue ascendida a una “Situación”
Este estúpido bote no me llevará al golfo a tiempo;
Grita de alguna forma entre sus grietas con un bebé a bordo.
Los árboles amarillos nos silencian; las naranjas sangran crudo dulce.
A pesar de la sal se ha mudado la carne, y huele tan mal.
Los juncos muertos asaltan el banco de arena en que estamos
Atorados y han de tener ácaros, pues pican incesantemente.
Ayer un hombre cejijunto que cargaba cuatro gansos ensangrentados
Saludó con un pañuelo blanco en la colina. Una vaca negra mordía un papalote de Snoopy.
Ayer después de eso, un carnaval de tormentas eléctricas
Desvió las zanjas del suelo: una tranquila, una amenazante
Y ahora estamos flotando; hilo delgado que enjuaga la gubia parabólica
Que me defraudó. Así que me siento sobre las manos y giro el bastón.
Mi largo e inútil bastón que traza el contorno de la nube solitaria con forma de
hígado,
Moribunda. El filo del cielo solitario. Mil disculpas, Herr Doktor,** pues sólo soy
así de grande.
Lo sé, soy la única mancha en el enorme diamante que motiva al valuador
A limpiar su monóculo. La franja escondida de grasa amarilla devasta el filete rojo y gelatinoso. El carnicero arroja al suelo su delantal.
Soy el hombre de pie sobre una silla no plegable en el concurso Pequeña
Señorita,
Detrás del gimnasio de la primaria, con una red en la cabeza, suplicante.
En el oeste, el oeste coloca a su niño castaño; el este, fuera.
Que alguien haga algo. Mi bitácora hecha de leños mojados, encharcada,
Se ha deslavado. Si tuviera algo para el dolor lo aliviaría.
El agave desgarró mis manos. Si se congela hoy la carne seguirá apestando,
Idiotas bestias nocturnas se arrastrarán aquí con sus garras y su enfermedad
otoñal.
Susurros dentro de sus minúsculos cerebros. Si tuviera algo de sopa la sorbería con este calzador, pues odio atarme los zapatos.
Hace mucho prometí que no sería devorado por un animal.
Puedo romper una escoba sobre mi pierna. Puedo patear, morder como un animal. Prometo ser más salvaje esta vez.
Una piedra rota no retiene fuego. Froté dos ramas hasta gastarlas.
No hay nada que tenga sonriente para quemar el bote.
Ayer después de eso pensé: si dije que no me arrepiento,
No me arrepiento. Yo ya sabía que era imposible extrañar mi vida,
Tan sobria, sin encanto. Y esos recuerdos. Y tan pocos. Oh, mi dulce niña,
Maude, tambaleante sobre patines de hielo; pequeño Jeremy, encorvado en una bañera de lata;
Un milagro: se paran con el agua brillante sobre su rostro; una enorme manzana grasosa
Maldice su nombre; de mis arrepentimientos, dos son que nunca hayan nacido.
Los biplanos dan vueltas en lo alto y se ríen de las bengalas que junté. La luz chisporrotea.
Me deslizo. Ellos rocían polvo gris sobre mí, para mantenerme encubierto y nauseabundo durante la noche ininsular.
Despliegan un estandarte. Podría ser mi nombre u otra cosa, algo escrito
En un lenguaje pictórico, sin letras. Bienvenido a oriente, me digo, y el cielo se
pone rojo, avergonzado.
Aquí es sólo un lugar. Bajo cada roca encuentro crías de serpientes que la hacen
de bigotes
Cuando me miro en el riachuelo. Mil disculpas, olvidé lo que era un hombre.
Olvidé que tenía una boca hasta que la vi, ahí bajo mis bigotes. Se ve mejor abierta y
Hay una bolsa en mi garganta. Donde guardo mi cargamento.
|
Ben Doyle (Nueva York, 1973). Poeta. Sus poemas han aparecido en The Boston Review, Tin House, Fence y The New Republic. En el año 2000, su primer libro, Radio, Radio, obtuvo el premio Walt Whitman.
Aurelio Meza (Ciudad de México, 1985). Poeta, ensayista y traductor. Ha publicado en revistas literarias como La cabeza del moro, Al pie de la letra y Punto en línea. Obtuvo una mención en el 39 concurso de Punto de partida en la categoría de ensayo.
|