Advertencia: el artículo contiene fragmentos de los textos, por lo que el lector que no haya leído con anterioridad los cuentos de Poe “Morella”, “Berenice” y “Ligeia” puede verse privado del placer de descubrir los misterios de cada uno por su cuenta. Es decir, este artículo contiene spoilers.

ensayo-las-vampiras-de-poe-cuervo.jpgEdgar Allan Poe, escritor norteamericano perteneciente a la corriente del post-Romanticismo o Romanticismo oscuro, padre del cuento moderno, ícono del cuento de terror y creador del género policiaco, es mejor recordado por sus cuentos “El corazón delator”, “El gato negro”, “Los crímenes de la calle Morgue”, “William Wilson”, “El escarabajo de oro” y “La caída de la casa Usher”. Sin embargo, un poco menos conocidos son sus tres cuentos sobre vampiros ―o, para decirlo con mayor exactitud, sobre vampiras―, los cuales llevan por título el nombre de la amante revenida: “Morella”, “Berenice” y “Ligeia”.

Algunos autores han propuesto que estos personajes son una suerte de espectros fantasmagóricos que, tras su muerte, visitan de una manera incorpórea a su amado gracias a sus conocimientos de artes oscuras; sin embargo, el objetivo de este artículo es proporcionar una interpretación distinta, y explicar por qué he llegado a la conclusión de la naturaleza hematófaga de estos caracteres femeninos.

“Ligeia” es un cuento escrito en 1838 que trata sobre el amor ardiente que siente el narrador anónimo por su esposa, aun después de que ella muere. Para tratar de olvidar a Ligeia, su única y perfecta amante de cabello e iris negros, el narrador se muda a otro país y se instala en un castillo abandonado y ruinoso. Además de narcotizarse con opio, contrae nupcias con lady Rowena Trevanion, quien es la contraparte carnal y espiritual de su antigua esposa, ya que su temperamento es dócil y su apariencia alberga dotes caucásicas: “lady Rowena Trevanion, de Tremaine, la de rubios cabellos y ojos azules” (188). Sin embargo, a los pocos meses, su nueva esposa enferma, y muere. El narrador insta que se le amortaje, y vela su cuerpo a partir del crepúsculo. Tras la medianoche, el narrador comienza a notar cambios en ella, leves palpitaciones de vida que cesan después de unos momentos. No obstante, conforme escurre el mandato de Cronos, el cadáver tiene estertores vitales cada vez más animados, hasta que por fin el cuerpo se levanta. El narrador se acerca a ella, y los vendajes que cubren su cabeza se sueltan, lo que permite que la gravedad hale unos cabellos oscuros y que se abran unos ojos de ébano revelando que, en realidad, quien yacía envuelta en las vestimentas sepulcrales era Ligeia.
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Algunas explicaciones sobre el retorno de Ligeia se fundamentan en la voluntad de ésta de persistir con un hálito de vida a pesar de la muerte, es decir, la libido de Ligeia es de tal magnitud que logra trastocar las leyes mortales; mientras que lady Rowena, de temple débil, es consumida por una energía mayor a la suya. Esto mismo es explicitado en el epígrafe del cuento, de Joseph Glavill, que dice:

Y allí dentro está la voluntad que no muere. ¿Quién conoce los misterios de la voluntad y su fuerza? Pues Dios no es sino una gran voluntad que penetra las cosas todas por obra de su intensidad. El hombre no se doblega a los ángeles, ni cede por entero a la muerte, como no sea por la flaqueza de su débil voluntad (179).

Este análisis puede ser fácilmente extrapolado a una teoría vampírica, ya que los vampiros, sobre todo en su etapa inicial de conversión, son movilizados por su deseo de vivir y por su dependencia sanguínea; para lograr satisfacer su adicción, buscan víctimas de condición febril. En “Ligeia”, lady Rowena cae “súbitamente enferma” (190), y su condición empeora conforme pasa el tiempo. Esto se atribuye a frecuentes visitas vampíricas ―de Ligeia― que van calando su vitalidad, mientras que el ente se fortalece hasta manifestarse como “un objeto palpable, aunque invisible” (192).

El narrador observa que un día antes de la muerte de lady Rowena:

Mientras Rowena alzaba la copa de vino hasta sus labios, vi o quizá soñé que veía caer dentro del vaso, como surgida de un invisible surtidor en la atmósfera del aposento, tres o cuatro grandes gotas de fluido brillante, del color del rubí (192).

Estas gotas carmesí, que causan el deceso de Rowena, son una insinuación de la sangre de Ligeia, es decir, cuando la joven rubia la bebe, se acelera la metamorfosis vampírica en la segunda esposa del narrador. Recordemos que para la conversión vampírica se necesita tanto que el vampiro beba la sangre de la víctima, como que la víctima beba la sangre del vampiro, tras lo cual la víctima muere para finalizar el proceso. Sin embargo, aquí Ligeia se vale de este recurso para tomar la vida de Rowena y materializarse. De esta manera podemos observar la lucha de opuestos: voluntad fuerte-voluntad débil.

Ahora bien, otro sustento del vampirismo de Ligeia es que el narrador desconoce tanto el apellido de su primera esposa, como su procedencia familiar. Lo único que sabe es que:

No cabe duda de que su estirpe era remota… Y ahora, mientras escribo, me asalta como un rayo el recuerdo de que nunca supe el apellido de quien fuera mi amiga y prometida, luego compañera de estudios y, por último, la esposa de mi corazón. ¿Fue por una amable orden de parte de mi Ligeia o para poner a prueba la fuerza de mi afecto, que me estaba vedado indagar sobre ese punto? (179-180).


¿Por qué Poe se tomó la molestia de escribir toda esta aclaración sobre la ausencia del apellido de Ligeia cuando bien pudo haber inventado un segundo nombre (como “Tremaine”, que es el que usa lady Rowena)? Sólo se me ocurre pensar en la semejanza que tiene este aspecto con la novela Carmilla escrita por Sheridan Le Fanu. En dicha novela, la madre de Carmilla le prohíbe a la familia que cuidará de su hija que indague sobre sus orígenes o sobre su apellido. Más adelante en la historia, descubriremos que esto es con la intención de ocultar la verdadera identidad de Carmilla, ya que su nombre real es Mircalla Karnstein, quien fue condesa en 1698, y la historia de la novela supuestamente se desarrolla en el siglo XIX. En el cuento de Poe, como indica la cita, el narrador no sabe la razón por la cual le es negado el derecho de conocer el trasfondo histórico de su amada, pero reconoce que fue por una orden de la misma. Asimismo, sólo sabe que el linaje de Ligeia es remoto, lo cual es una alusión a la temporalidad de Ligeia y de sus parientes, ya que lo que intenta Poe es brindar una vaga referencia sobre la extensión de vida de los vampiros.

Escrito en 1835, “Berenice” es un cuento claramente autobiográfico, ya que si realizamos un análisis obra-autor, Berenice es prima del protagonista, Egaeus, al igual que el Poe de 26 años se casó con su prima de 13 años, Victoria Clemm.

La trama de este cuento trata sobre Egaeus y Berenice, quienes se crían juntos: él “enfermizo, envuelto en melancolía; ella ágil, graciosa, desbordante de fuerzas” (136). Sin embargo, de un momento a otro, y de manera inexplicable, la salud de Berenice se ve alterada, y es cuando Egaeus le pide su mano. Aun cuando el amor nupcial no se manifestaba entre ellos, vivieron juntos por un tiempo, pero el vaho del inframundo no tardó en posarse en los labios de Berenice.

En un lapsus de locura, Egaeus, quien se había obsesionado con los dientes de Berenice, profana el sepulcro de su esposa unas cuantas horas después de su entierro, y le arranca las treinta y dos piezas dentales con instrumentos quirúrgicos mientras que la joven seguía “viva”.

Es fácil exponer por qué Ligeia es un vampiro, sin embargo, conforme trato de justificar a los siguientes personajes, se torna más complicado, ya que el hilo conductor del vampirismo se vuelve más difuso, es decir, el vampiro se “abstrae”. En “Berenice”, generalmente se ha aceptado la interpretación del entierro prematuro de la protagonista, pero tengo algunas razones para afirmar lo contrario. Al igual que en “Ligeia”, la mujer incide en una enfermedad incurable que la aletarga hasta la muerte, lo que se traduce en un ataque vampírico constante. Además, antes de morir, el cuerpo de Berenice, que ha cambiado de aspecto, se aparece delante de Egaeus:

La frente era alta, muy pálida… Sus ojos no tenían vida ni brillo y parecían sin pupilas, y esquivé involuntariamente su mirada vidriosa para contemplar los labios, finos y contraídos. Se entreabrieron, y en una sonrisa de expresión peculiar los dientes de la cambiada Berenice se revelaron lentamente a mis ojos (141).

Aquí Poe nos está indicando todas las características de un vampiro: piel marmórea, ojos inertes, y dientes alabastrinos. Sin embargo, Egaeus desarrollará únicamente una particular fijación dental en torno a Berenice: es la dentadura el objeto poseedor de la sustancia vampírica latente; en otras palabras, son los dientes ―específicamente los caninos― la materia diferenciante entre el no-vampiro y el vampiro, y son aquéllos donde se encuentra depositada la capacidad alimentadora y vampirizadora a la vez. Egaeus los describe como: “¡Los dientes! ¡Los dientes!... largos, estrechos, blanquísimos, con los pálidos labios contrayéndose a su alrededor” (141). Mencionar específicamente la longitud de los huesos es una insinuación a los colmillos, rasgo distintivo de las criaturas hematófagas.

ensayo-las-vampiras-de-poe-berenice.jpgEgaeus, al observar los dientes de su prima/esposa, se vuelve consciente de que la carcasa humana de su prometida es sólo una crisálida vampírea que espera la muerte para completar su transformación, y que cuando esto suceda, ella regresará por él para cualquiera de los dos fines últimos de sus incisivos. Por lo tanto, para prevenir esa situación, él debe despojarla de sus herramientas marfilinas. Es por eso que, inmediatamente tras el entierro de Berenice, Egaeus comete la violación oral, y le arranca los órganos óseos a una Berenice consciente y vampiro: “un cadáver desfigurado, sin mortaja y que aún respiraba, aún palpitaba, aún vivía” (144). Es aquí cuando se esclarece el misterio del epígrafe de Ebn Zaiat: “Dicebant mihi sodales, si sepulchrum amicae visitarem, curas meas aliquantulum fore levatas” (135), cuya traducción es: “Decíanme los amigos que podría encontrar algún alivio a mi dolor visitando la tumba de la amada.” El alivio de Egaeus consiste en la eliminación de la amenaza que suponía su esposa.

Por último, se encuentra “Morella” sin embargo, en este cuento ya se podría hablar de un vampiro completamente abstracto, es decir, de la esencia de vampiro.

En el cuento, el narrador se desposa con Morella a pesar de que “el fuego no era de Eros” (145), ahora bien, lo hace con la intención de obtener el conocimiento de Morella. Sin embargo, el afecto que sentía el narrador por su esposa ―que era recíproco, pero sin irrumpir en el territorio de lo cardiaco― se torna en una repulsión parecida a la que siente el narrador de “El gato negro” tanto por el gato como por su mujer. Es por eso que cuando Morella enferma, el narrador se siente aliviado e incluso ansía el momento de su muerte. La amarga cónyuge intuye esta aversión de parte de su pareja y lo maldice; augura antes de morir que la infelicidad se cosechará en su corazón y florecerá, dará frutos, hasta que él mismo goce de la putrefacción subterránea.

En el mismo momento en el que termina estas palabras, muere, y la hija de ambos, del narrador y de Morella, nace. Aunque la niña y el parecido con su madre crecen, el narrador no puede evitar sentir por ella el amor que nunca sintió por su esposa muerta.

No obstante, el narrador se abstiene de otorgarle un nombre a su unigénita, ya que su terror secreto se manifiesta más vivamente conforme la inteligencia de su hija se agudiza y sincroniza con el de la madre. Al no poder retardar más el momento del bautizo de la niña (quien había vivido 10 años innombrada), cuando el narrador es interrogado por el padre de la iglesia acerca del epíteto de la joven, involuntariamente él responde a su pregunta con el nombre “Morella”. Como si esa palabra portara un veneno volátil, la pequeña muere al escucharla; el narrador, al transportar el cuerpo a la morgue donde yace enterrada la primera Morella, comprueba que ahí donde debería estar el cuerpo de la madre, no hay más que polvo de dos lustros de antigüedad.

Se ha atribuido el regreso de Morella a su estudio de la magia negra, y a su saber acerca de la metempsicosis, que consiste en la resurrección de un alma en otro cuerpo. Algunos teóricos, tales como Bent Sørensen, plantean que Morella lo consigue a través de la vasija que representa su progenie. Sin embargo, esta hipótesis no explica por qué el cuerpo de la primera Morella no reposaba en su sepulcro. En teoría, si verdaderamente Morella hubiera reencarnado en el cuerpo de su hija, habría una sola alma y dos cuerpos, pero en el cuento de Poe hay una sola alma y un cuerpo, por lo que la tesis de la metempsicosis queda descartada.

En cambio, es posible decir que más que una mujer nigromante que tenía la facultad de transmigrar su alma a otro cuerpo, Morella siempre fue un vampiro. Desde el inicio del cuento. No hubo una lenta trasmutación, como se percibió en “Ligeia” y “Berenice”, las cuales languidecieron paulatinamente, sino que “su fría mano”, “sus dedos pálidos”, “aquellas entonaciones sobrenaturales” de su voz, junto con las menciones a “la mancha carmesí [que] se fijó definitivamente en sus mejillas y [a] las venas azules de su pálida frente” (147), dan indicios de su naturaleza muerta. Al mismo tiempo, Poe acentúa el hecho de la repugnancia y del terror que sentía el narrador por su esposa, otra variante que no es posible encontrar en “Ligeia” (cuento en el que el narrador desfogaba su pasión tanto en la amante viva como en la muerta) y en “Berenice” (donde, si bien el amor es más bien fraternal y compasivo, el narrador cosifica su objeto de deseo y lo canaliza a los únicos huesos visibles y desnudos de su prima). En literatura de vampiros anterior y contemporánea a la de Edgar Allan Poe, se puede encontrar con frecuencia el asco que experimenta una persona al estar en contacto cercano con un vampiro del que desconoce su verdadera identidad hemofílica; es decir, el personaje siempre será consciente instintivamente de una presencia antinatural, como en el caso de Carmilla y Drácula, por ejemplo. Por lo mismo, el narrador de “Morella” siente un horror indecible, ya que en un nivel inconsciente él sabe que ella está muerta.

No obstante, el caso de Morella es complejo, ya que se embaraza del narrador, lo cual no es posible en un ser de su especie. Los vampiros no pueden engendrar vampiros más que por contagio que involucre contacto salivar con heridas abiertas, aunque no necesariamente, sino más bien debido a una transfusión sanguínea. Esto es justamente lo que sucede con Morella y su bebé: la comunicación sanguínea entre ellas durante la gestación no sólo facilita de manera inevitable que Morella vampirice a su descendencia, sino que ésta llega a ser tan completa, que parasitariamente la madre se convierte en su hija. En otras palabras, la identidad de la segunda Morella se pierde al ser absorbida por la primera Morella, y el intercambio se produce en el nacimiento del bebé, cuando en realidad éste debía morir para que se completara la patología del vampiro y su madre quedara alimentada. Trataré de expresarlo de una manera menos complicada: el resultado esperado era que Morella madre simplemente asimilara a Morella hija, y entonces ésta se volviera parte de su cuerpo; sin embargo, la consecuencia del embarazo se vio revertida en el sentido de que el interior de Morella sufrió una implosión voluntaria: fue el cuerpo púber el que engulló a su progenitora cuando la vampirización del primero fue concluida.

ensayo-las-vampiras-de-poe-morella.jpgAntes de que esto tenga lugar, el mismo día de su “muerte”, Morella le dice a su esposo que es un “hermoso día para los hijos de la tierra y de la vida… ¡ah, más hermoso para las hijas del cielo y de la muerte!” (148). Además de anunciar su muerte, Morella le está revelando que ella pertenece a dicha clase de entes “del cielo y de la muerte”. Esta comparación, que a primera vista resulta hasta cierto grado contradictoria e incompatible, es una metáfora a la que recurre el escritor para describir a los vampiros, los cuales son como hermosos ángeles de la muerte. Esto es reiterado por Morella más adelante con las palabras: “Me muero, y sin embargo viviré.” (148) De igual forma, el epígrafe que utiliza Poe para introducir este cuento es tomado de El banquete de Platón, que dice: “El mismo, sólo por sí mismo, eternamente [me sirvo de las cursivas para enfatizar la palabra deliberadamente] Uno y único.” (145)

Aquí parafrasearé el estudio de Sørensen titulado Love, Identity and Reason in the Tales of Edgar Allan Poe (Amor, identidad y razón en los relatos de Edgar Allan Poe), en el que hace un análisis acerca de la obra de Poe, pero muy especialmente, se enfoca en los tres cuentos que acabo de interpretar. Sørensen dice que en “Ligeia”, “Berenice” y “Morella” hay ciertos axiomas iterativos:

La presencia de tres personajes: (1) el narrador que cuenta y se desenvuelve en la historia como el amante masculino; (2) la amada del narrador, quien se casa con él y muere poco tiempo después del matrimonio, y (3) la segunda mujer del narrador, quien es el alter ego de la primera esposa, y que finalmente sucumbe a la identidad de la primera.

En cuanto a la estructura de los cuentos, cabe resaltar que los matrimonios nunca son completamente satisfactorios para uno o para ambos consortes, por lo que la esposa debe morir para así aumentar el deseo sexual de su esposo por ella. Recordemos que el estereotipo de la mujer ideal durante el Romanticismo en el siglo XIX era una mujer pálida, de cabello y ojos negros, pero, sobre todo, muerta. De esta manera, aunque implícitamente, se puede elucidar una tendencia necrófila en los narradores de Poe, que únicamente así, con vampiras hermosas, pueden consumar el placer erótico en la sublimación absoluta de lo macabro.

 


Bibliografía:
Edgar Allan Poe, “Berenice”, “Ligeia”, “Morella” en Cuentos completos, trad. Julio Cortázar, Edhasa,  Buenos Aires, 2009.

 


Más cuentos aquí...


Ilustraciones:
Edgar Allan Poe con cuervo, tomada de
http://clubdepensadoresuniversales.blogspot.com
Fotograma de La tumba de Ligeia tomado de
http://www.lashistorias.com.mx
Portada de la adaptación a cómic de "Berenice"
http://leereluniverso.blogspot.com/search/label/Berenice
"Morella"
http://justanotherbookworm.wordpress.com/
2011/02/28/edgar-allan-poe-shortstories-part-ix/ 


Ana Martínez Casas (Cuernavaca, 1990). Cuentista. Ha asistido a numerosos talleres de narrativa y creación literaria, y al Curso de creación literaria para jóvenes 2010, impartido por la Universidad Veracruzana y la Fundación para las Letras Mexicanas. Ha publicado en las revistas El puro cuento, 400 elefantes, Rawr!, Los habitantes de Moria y La Piedra, así como en la antología de cuentos Veinte cuentos para leer en… (EdicioneZetina, 2010). En 2009, participó en el Tercer Virtuality Literario Caza de Letras convocado por la Dirección de Literatura de la UNAM. Actualmente es beneficiaria del Programa al Estímulo de la Creación y al Desarrollo Artístico de Morelos 2011. Es autora del blog Mórtido (http://lunaencajada.blogspot.com/).

 

Punto en Línea, año 17, núm. 113, octubre-noviembre 2024

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