De inmediato, como si se tratara de una película, Emaús, de Alessandro Baricco, te transporta a algún momento entre los años 60 y 70. Baricco, nacido en 1958, creció en estas revolucionarias épocas en que los movimientos estudiantiles, la liberación sexual, el feminismo, la guerrilla, la juventud y el LSD fueron las banderas de lucha de una generación  que colmó la ciudades del mundo de todo tipo de tribus urbanas, de propuestas antisistémicas y de modas autoimpuestas que ligaban en comunidades mundiales a la juventud, como si la juventud fuera el único valor necesario para ligar a los hombres. Exactamente de esto trata la más reciente novela del escritor italiano, de la historia de unos mocosos católicos que de pronto se vieron inmersos en esta juventud expansiva y exportada: unos muchachos conservadores aventados al ciclón del mundo contemporáneo. Sin miedo a equivocarnos podemos decir que la reflexión del libro de Baricco se encuentra más cercana a sus ensayos: Los bárbaros. Ensayo sobre la mutación (Anagrama, 2008) o Next (sobre la globalización y el mundo que viene) (Anagrama, 2002), donde también se plantean preguntas sobre la realidad cercana. Por esta razón el realismo mágico que caracteriza su novelística decrece hasta llegar a un realismo en el que las coincidencias imposibles siguen aconteciendo pero ya no impulsadas por lo mágico o lo fantástico. Una nueva fuerza se ha apoderado de las palabras del italiano: la tragedia.

Emáus hace referencia a un episodio de los Evangelios donde dos hombres que van por un camino hablando sobre la crucifixión son abordados por un tercero que no sabe nada sobre el tema; sorprendidos, le explican a qué se refieren, mientras el otro se les une a la marcha; más tarde, durante la cena, descubren que el ignorante es el Mesías mismo. Sobre esta historia el narrador dice: “tanto nos gusta, porque [...] en toda la historia, ninguno de ellos sabe. Al principio el propio Jesús parece no saber sobre sí mismo, ni sobre su muerte”. Así, pasa lo mismo con esta novela, que desde el principio vuelve evidente que el narrador sabe y que nunca incurrirá en el error de adelantarnos nada, sino que siempre será fiel a la tragedia, al sentido inevitable de la historia, a aquello que la vida nos guarda como un misterio, para engancharnos sutilmente con los actos contados en la forma en que los vivieron él y sus amigos: Luca, Bobby y el Santo. Poco a poco, Andre, la mujer inalcanzable para los cuatro,  se revela cerca a pesar de ser atea y liberal, porque estos valores opuestos a los suyos encarnan el espíritu de una época que ellos, por más fe que tengan, no pueden franquear. En un punto de la novela el narrador nos confiesa: “Era la primera persona en este mundo a la que le contaba toda la historia ―Andre, Luca y yo.”

Para concluir, la nueva novela de Baricco significa un cambio en su obra. Un giro hacia un nuevo estilo en el que los efectos poéticos ceden su andamiaje de nube para tocar el terreno de lo real, de lo cercano, y dejarnos reflexionando sobre el sentido que estructura el mundo contemporáneo: las drogas-el éxito-el sexo-el suicidio-la belleza.