La cucaracha es por definición austera,
ajustable, realista y transparente.
Deja de comer pero no de reproducirse.
José Emilio Pacheco, “Vindicación de las cucarachas”
1. Duda en la almohada
Me gusta el tema de las transformaciones. Estoy recostado leyendo Las metamorfosis de Ovidio. La noche es un pájaro mudo y precoz que vuela asustándome el sueño. El mito de Apolo y Dafne me tiene pasmado, inmóvil, semejante a una iguana en la rama de un árbol. Las letras saltan a mis pupilas como pequeñas gotas de tinta. De pronto, una mosca vuela como si fuera una letra que ha escapado de las páginas. No me gusta asesinar insectos, pero, dado que estoy siendo interrumpido por este volador de alas infames, decido matarlo de un golpe con mi pantufla. Matar una mosca no es una cacería inmediata, sino un arte sumamente detallado y preciso, una persecución cautelosa y un azar que lleva a la fatiga. Tras más de un intento, logro asestar el golpe antes de que emprenda el vuelo. Cae en el piso y la fulmino aplastándola. Durante la persecución de la mosca logré divisar un pequeño bulto en las piernas del Cristo colgado en la pared. Lo contemplo de cerca: se trata de una cucaracha en la piel de yeso. Cual moneda que cae en la mente y genera ruido, surge el pensamiento y fluye como libre caudal. Me pregunto cómo será el apareamiento de las cucarachas. He visto en documentales cómo se aparean ciertas especies, pero nunca he visto cómo cogen las cucarachas.
2. Exploración virtual
Enciendo la computadora para salir de la duda. Hoy en día, si hay alguna duda deambulando en nuestra cabeza, sólo hay que acudir al teclado y mirar el monitor: la hembra monta al macho para que éste, alzando las alas, le encaje los genitales. La fecundación se realiza cuando la hembra baja del lomo de su cucaracho y se une a él, espalda con espalda. Me resulta extraño el rito amoroso de las cucarachas, pero más interesante que el simple misionero que practicamos los humanos.
3. Mímesis
Todas las especies animales y vegetales tienen sus propias formas de procreación, pero el único insatisfecho e inauténtico es el hombre. Prueba de esto es la imitación, a la que se le han dedicado libros enteros, como el Kama Sutra. Las cópulas humanas son totalmente aburridas, por eso el hombre, al buscar otras formas, recurre a la mímesis. El hombre no siempre busca la fecundación: hace del sexo un espectáculo de imitaciones para sus alcances placenteros. Pero es evidente que no se conforma con imitar a seres vivos, sino también insiste en copiar la apariencia de ciertos objetos. Por eso no es raro encontrar en el Kama Sutra un sinnúmero de posiciones, que van de “La postura de la carretilla” a “La postura de las tijeras” y de “La unión de la mariposa” a “La unión del simio”.
3.1 Los griegos y la metamorfosis precoito
En la mitología griega hay muchos ejemplos de este tipo. Zeus es la deidad de la metamorfosis por excelencia. La justificación de este dios se halla en el intento por despistar sus relaciones adúlteras. Hera, su esposa, es el talón de Aquiles de sus amantes y de sus hijos; por eso el dios del trueno debe ser muy audaz para evitar su enfado. Una de las cópulas más bellas de Zeus se da cuando fecunda a Leda en forma de cisne; de la blanca unión nace Helena, la mujer que reduce a cenizas la magnífica ciudad de Troya. Pero además ocurre en Zeus una transformación más interesante que la simple conversión bestial: para fecundar a Dánae se transforma en lluvia de oro. De esta fusión dorada nace Perseo, uno de los héroes más renombrados de la mitología griega. Es indudable que la psicología colectiva de una cultura se deja ver a través de sus relatos. Todas las sociedades tienen sus propios mitos; en ellos vemos reflejado el interés del hombre por conseguir nuevas formas de copular, fantásticas e imposibles, reales e imitativas.
4. Propósito del coito
Si existe una diferenciación entre la especie humana y otras especies, ésta se halla en el propósito del acto sexual. La mayoría de las especies animales realizan el coito para procrear. El hombre lo hace por placer.
Aunque la mayoría de las veces el hombre busque el coito exclusivamente para el placer, está expuesto al accidente de la fecundación. Cuando esto ocurre, hay una manera inapetente de asumir el riesgo. Un hombre, a diferencia de un elefante, suele unirse en matrimonio con la chica que ha embarazado. Basta una cópula sencilla, en cuanto a ritual, para que muchos jóvenes tengan que cambiar el rumbo de su futuro. El concurso carnal del paquidermo es un acto mucho más interesante que el de los humanos. Esta bestia, que rebasa los seis mil kilos, olfatea las hormonas de la hembra en celo y recorre largas distancias hasta que la encuentra. La hembra elige al más fuerte de todos los que llegan al área que perfuma con su cuerpo. El macho dominante, ensangrentado después de la batalla, monta a la hembra y la fecunda arrojando una gran cantidad de semen, el necesario para estar seguro de que la hembra estará pariendo una cría a los 22 meses. Después del ritual, que va de la lucha a la unión sexual, el macho se marcha para siempre y nunca más vuelve a ver a la hembra; ni siquiera conoce a su cría: sigue con su vida nómada y solitaria esperando que otra hembra necesite de su servicio amoroso. Será una casualidad que fecunde a la misma hembra en más de una ocasión. El elefante no ve la diferencia entre una hembra y otra, para él todas son iguales. Ya el hecho de hacer el amor con una sola pareja hace aburrido el acto sexual para el hombre, porque éste es polígamo por naturaleza; pero esta condición ha sido reprimida por una serie de factores que abarcan los terrenos de la moral y de la salud.
Cuando algo se convierte en rutina, su camino es el fracaso, el suicidio. El hombre, ante la cotidianeidad del coito, se ve orillado a inventar nuevas cópulas, a imitar las formas de unión amorosa de otras especies. Una buena forma de lograr el éxito del matrimonio es siendo creativo en la cama.
Lo natural es sincero, disfrutable. El hombre se siente inconforme con una pareja: para él la monogamia no es natural. Existen otros animales que son monógamos por naturaleza. Los cisnes son fieles durante toda su vida, pero esa particularidad forma parte de su condición, no es impuesta. La especie humana, ante su frustración por las normas en contra de su esencia, se ve obligada a romper las costumbres impuestas. El hombre es el destructor de rutinas. Si el hombre no crea nuevas formas, entonces no es hombre. El hombre es hombre porque imita a la naturaleza multidimensionalmente.
5. Las cópulas de la mente
Mi mente seguiría fecundando reflexiones si no fuera por la interrupción de otra cucaracha que ha salido de detrás de un cuadro. Está inquieta, lo deduzco por su extraño zumbido y el movimiento dinámico de sus antenas. Se aproxima a la cucaracha que está posada en las piernas del Mesías. ¡Santo Cielo! ¿Y si se aparean en el cuerpo de Nuestro Señor? Sin duda sería un espectáculo. Apresuro el celular y activo la cámara. Tendré que subir el video a YouTube para que los usuarios vean cómo cogen las cucarachas y este hecho deje de ser un misterio. Una vez un amigo me dijo: “Nunca he visto coger a los gatos y esto me causa cierta incertidumbre”. Yo, al igual que mi amigo, ahora tengo la curiosidad de ver la unión de las cucarachas, porque no es lo mismo leer sobre el hecho que mirarlo detalladamente. Por fin, la cucaracha está a unos centímetros de la otra. Se acerca, la estudia y la rodea. ¡Maldición! Una cucaracha cayó al suelo y la otra huye por donde vino. Se trata de una cucaracha muerta que se había quedado pegada en la imagen de yeso. La otra la movió y provocó su caída. Bonita representación del mito: después de la persecución, la cucaracha Dafne quedó inmóvil como un árbol en las piernas de Cristo. El cucaracho Apolo la encontró muerta y sufre ahora detrás del cuadro.