Instrucciones: Busque desesperadamente el centro del mundo. No es necesario que sea el centro original, siempre tiene usted la capacidad de imaginarlo donde se le pegue la gana. El centro del mundo debe ser, por supuesto, su sitio inicial. Debe colocarse ahí en la postura que prefiera, puede ser discreto o altanero. Lo demás es lo de menos. No se esmere tanto, el centro del mundo siempre lo acompañará y usted lo sabe. Pero búsquelo con desesperación, aún así. Es casi un ritual y debe respetarse tal cual es.
Enseguida elija algún acontecimiento pasado o presente (no importa cuán intrascendente fue o sea, recuerde que usted le dará el peso que “se merece”) y haga como que no piensa en él, pero ruméelo todo lo que pueda. Deshébrelo. Siéntase culpable por hacerlo pero no deje, en ningún momento, de hacerlo. Piense que es por su bien, y súfralo, como una corona de espinas. Convénzase en todo momento de que está siendo objetivo y que, claro, usted siempre tuvo, tiene y tendrá la razón. Vaya in crescendo. Si está rodeado de personas, guarde silencio en todo momento e “ignore” las miradas que puedan observarlo juiciosamente. Hágase a la idea de que no lo miran a usted, pero busque desesperadamente que lo vean. Probablemente estén observando cualquier otra cosa y lo volteen a ver a usted (o viceversa). Siéntase triunfante con ese logro, pues es importante que ellos estén involucrados en mayor o menor medida. Si no lo ha logrado, repita los primeros pasos hasta conseguirlo y reanude sus instrucciones desde aquí. Si está solo, absolutamente solo, puede figurarse que es la peor basura del mundo. Eso siempre ayuda. No tema, es parte del proceso. La neurosis, contrario a lo que muchos piensan, resulta complaciente. Repita cinco veces: la neurosis es compasiva y misericordiosa. Una vez que haya masticado lo suficiente algún acontecimiento (problemático, en un inicio, o no) procederemos al siguiente paso. Se dará cuenta de que es el momento indicado para continuar cuando esté totalmente convencido de que usted es la víctima y que las circunstancias son meramente problemáticas e hirientes. Si aún no le duele lo suficiente, repita este procedimiento hasta conseguirlo. Si no duele no sirve, que quede bien claro. Piense que el mundo existe en función de usted. Nada del mundo le es ajeno, ni nada suyo le es ajeno al mundo. La falta de este límite, entre el adentro y el afuera, le proporcionará una amplia visión del mundo, en el que usted —por eso es importante el primer paso— es justamente el protagonista de su mundo. Suéltese a llorar (para esto recomiendo revisar Instrucciones para llorar, de Julio Cortázar). Aunque no tenga sentido. Si no lo tiene, invéntese uno. Las problemáticas nunca son problemáticas si no las visualiza como tal. Esmérese. Vea el mundo con ojos llorosos. Lo verá borroso, tal cual es. Ésa será, desde ahora mismo y aquí, su realidad intrínseca. Es una buena señal si lo que antes era de algún color en particular ahora se tiñe en escala de grises. Intente no respirar hondo, como no sea en el espasmo del sollozo. Use la vida como pretexto, vea todo lo que le acontece como una terrible desgracia que sólo le pasa a usted y a nadie más. Asegúrese de que todo el mundo sepa cuán desgraciado es. Y enseguida siéntase culpable por querer llamar demasiado la atención. Nada es para tanto. Probablemente quiera abandonar el proceso de neurosis en cuanto se dé cuenta de que es eso, justamente, una neurosis (y un proceso). No hay cuidado. Interrumpa infinitas veces. Vuelva a vivir la vida cuando lo convenzan (alguien más, siempre es alguien más…) de que vale la pena vivirla. De cuando en cuando, siempre que usted quiera, podrá volver a su centro del mundo. Siempre será más temprano que tarde, eso es seguro.
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