i. La indefinición de los veintitantos En mi casa nos gusta el beisbol. El beisbol no es impreciso, tiene una regla para cada movimiento. Tan así que en la pizarra marcan los errores cometidos. Si la vida fuera como él, todos entenderíamos todo. Siempre. En un empate, los dos pierden. En la primaria me enseñaron el cóncavo y convexo. Mi hermano que estudia Nanotecnología me dice: Gaby, ya no existe el “convexo”, que todos se confundían. Ahora es cóncavo hacia arriba o cóncavo hacia abajo. Los científicos no pueden vivir con imprecisiones. Mi hermano tiene 19 años, todavía tiene certezas. Y yo aún no decido cuál palabra me gusta más, si la una por su acento esdrújulo o la otra por su sonido consonántico doble. No me importan sus imprecisiones. Me gustan las esdrújulas aunque yo no sea poeta. Yo sé que no soy poeta porque no entiendo esas sintaxis novedosas y esa forma de escribir en la que nadie usa una sola coma, un solo punto, un solo guion. No soy poeta porque escribo una, dos, tres (,) comas. Hay quienes me han llamado cuentera, pero me cuento más historias yo a mí que a nadie. Me he inventado todas las despedidas que me han sido negadas. A veces quisiera ser artista y otras, dilettante. Cómo saben vivir los italianos que le proporcionaron sustantivo al que se ocupa en deleitarse. Italiano, éstas son mis cartas: Soy orgullosa, poco conforme y muy egoísta (o independiente, aún no lo decido). O no lo sé. Sé que soy muchas cosas y no soy otras tantas. Sé que debo crecer, hacerme madura, hacerme vieja. Aprender que el chocolate caliente sabe mejor con una pizca de café y que no sirve de nada esconder tus verdaderas intenciones (Esto lo aprendí de las amigas de mamá). Un día quise ser escritora, pero no quería escribir y otro día soñé que era bicicleta. Quería vivir la vida bohemia, pero me gustan las salas premier en los aeropuertos. Y las cucarachas me hacen gritar. Quiero regocijarme de ser en este planeta, pero la mayoría del tiempo no sé qué implica. Si tan sólo se pudieran cambalachear las obsesiones. A veces no sé si estoy enojada o triste, no lo nombro porque postergo todo lo humanamente postergable. No sé si le he tenido miedo al fuego o al desprendimiento, Pero sé que hay un destino en el que no creí y no creo. Lo primero que supe del amor fue cómo imitar a mis padres. Pero al final de cuentas, no hay sentimientos en segunda persona. La segunda vez que amé, creí que el amor se podía definir con el color de la luz que se filtraba por mis cortinas. Y lo bueno es que cuando el rojo se acabó, todavía me quedaron todos. Y yo sé que los colores serían infinitos si tan sólo creyera en el concepto. (Todo hecho es irrepetible en mí, sólo sé que he estado en el momento equivocado para un montón de cosas.) Un matemático me dijo que todas nuestras decisiones cabían en una caja de videos. 32milmillones ∑ [((10M)2.1M)30s ∙ (20.71M)s] vidas que podría haber vivido, s=0 Y mis únicas certezas son que me siento bien cuando veo a mis amigos en la tele Y cuando hacemos hotcakes para la cena. ii. Desde el Palomar A veces me despierto y no sé dónde estoy Y luego recuerdo que este lugar podría ser cualquier lugar Porque aquí no vivo y donde vivo no vive nadie Porque tengo dos meses sin deshacer una maleta Que en cierto modo es la vida que quiere salir y no la dejan Que tengo la vida ahí revuelta Como mis cabellos Como mis certezas Y todas las mierdas que voy juntando en el viaje –y digo viaje– que no tengo dónde acomodar Y dije viaje porque no existe la vida en un hotel de paso donde cueces los fideos en teteras y lavas los calzones en el baño. A veces me despierto y no sé qué es lo que me mantiene despierta cuando el ruido que pensaba que era la lluvia era realmente el fuego del calefón en la cocina Y sé que no sé porque sé que hay tantos sonidos que desconozco que de este lado del mundo el Cinturón de Orión es vertical cuando siempre lo había visto acostado y que lo busco siempre para ubicarme en un cielo que no me dice nada de dónde está el norte (ésas estrellas son la única constelación que conozco). Y así como esas luces me resultan familiarmente extrañas sé que no me dan certezas de esta vida de intermedio Inter cambio las seguridades conocidas por extrañezas la añoranza de una distancia desconocida por la añoranza de la cercanía porque sé que nadie se acerca realmente por sólo unos cuantos meses porque las mujeres –o digo niña– no deberían tener sentimientos por sólo unos cuantos meses. Y sé que estas pisadas que levantan polvo podrían causar un efecto mariposa y nadie se acordaría del nombre del tornado. Porque a veces veo estas lluvias –que ahora sí es la lluvia– y me preguntó si alguien las causó. Pero sólo a veces. A veces me despierto y no. iii. Baños públicos Un baño público nunca será un paraíso aunque esté recién limpiado y sus pisos huelan a cloro vencido y frutilla aunque las puertas no te llamen puta y el espejo te regrese tu mirada más o menos limpia (Después del tiempo, los ojos en el espejo sólo regresan miradas más o menos limpias) Porque no es lo mismo que un chico ponga una rodilla en el piso para abrochar la agujeta de tu bota y te mire desde abajo A que esconda la mirada mientras toca el piso frío de una regadera pública inservible con el culo desnudo y los pantalones se arremolinen en esas mismas botas. En la ciudad monocromática nadie guarda el amor bajo los párpados o no los abren para calores que ya se sienten tan lejos. Yo a veces me visto el verdadero amor en el pecho para que su color amarillo resuene callado en el eco de estos azulejos fríos. iv. Balances Hoy por la mañana Saqué del clóset de la casa de mis padres una blusa de rayas que ya nunca me ponía Mi mamá también se vistió de rayas Rayas blanco y negro. Mi blusa es azul cielo. Clarísimo. En esta combinación involuntaria me dice: se ha muerto la hermana de tu tía. Que si me acuerdo de ella. Claro que me acuerdo. Sólo una vez antes he ido a un velorio Me cambio el azul por negro Y antes de ir me pregunto si ofrecen bocadillos. La funeraria es aquella misma que ya había visitado Esa vez que fui a darle el pésame al papá del muerto No hay balance, dicen, cuando los hijos se van antes. Él es el muerto que más he llorado, un profesor que antes de morir me presentó a León Felipe y que me prometió regalarme su Viejo y roto violín. Apenas hace poco lo encontré en una librería de viejo en la calle Donceles Junto a una poeta cuya risa me hace pensar que hay más vida de la que imagino abarcar. Encontré el libro prometido que el accidente había negado. Menos de un año después, el padre de mi profesor murió. Balances. Los saludos de pésame consisten en un abrazo, una frase y un apretón de manos horizontal. No conozco la etiqueta de los velorios. Sólo me siento y escucho. Veo a muchas personas de blanco y negro y pienso que mi mamá sí viene de acuerdo a la moda. Mi tía dice que casi no ha llorado porque su hermana se ha convertido en un ángel Eso le dijo el padre Dios le ha tendido la mano También le dijeron eso. En otro sillón una señora dice que ella sí pudo superar el cáncer Cáncer de mama El nuevo ángel fue llevado por el cáncer de colon Que provocó un tumor en el estómago Que provocó complicaciones Hablan de cánceres Cán ce res que cau san ta qui car dias Cuando murió mi profesor, no me atreví a asomarme al ataúd Mis amigos lo hicieron. Lo hicieron y me contaron que se le veía el ceño tieso, tieso y un tono azul de piel. Yo no lo vi; sin embargo, lo recuerdo. Lo veo así: Acostado Sufriendo Azul (El color azul también es de muerte, después de todo). Ahora sí vi el cuerpo, casi por accidente Y la muerte se me presentó blanca: Blanco ataúd, blanco vestuario, blanco pelo, blanco rosario en las manos. Pensé que cuando me muera, no quiero que me muestren, no quiero que me miren sin saber que soy mirada. Y no quiero que me recen, porque no recuerdo la última vez que yo lo hice. Empiezan cantos y mi mamá dice que va a rezar con los demás Voy a rezar, quédate aquí y cuídame la bolsa Me lo dice con la mirada resignada de quien sabe que sus hijos han perdido los atavismos de la fe. Después cambia la mirada y me pide que la acompañe Los novenarios son fáciles, dice ¿Aún recuerdas cómo rezar el Padre Nuestro y el Ave María? Pero no estaban rezando aún, estaban orando Ahora sé la diferencia. Vamos a la cafetería al frente Pienso que el café es sorprendentemente bueno y que las funerarias parecen un buen lugar para conseguirlo gratis. Volvemos a sentarnos y desde esos sillones sobriamente tintos me pregunta por la esposa de mi primo que tenía contracciones por la mañana Mi primo, en otro país, se ha convertido en padre. Ya nació la niña, le digo, vi la foto en Facebook. Me pide verla en el celular y se maravilla −las mamás siempre se maravillan ante las nuevas vidas− Toma el celular y lo muestra a la familia En la sala de muerte se pasan la nueva vida entre las manos El abuelo vino a dar el pésame, pero está contento. Hoy murió una persona que conocí Y nació una persona que conoceré. El contador sigue intacto.
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