CARTOGRAFÍAS / octubre - noviembre 2016 / No. 64
Cartografías

Legenda: Campo de observaciones. Cuadernos de Lengua y Literatura


Planos para una ciudad que no existe reúne el trabajo de poetas de Hispanoamérica cuya obra es inédita en México. Propone un recorrido por distintas propuestas y voces de esa tradición de tradiciones que es la poesía en castellano. Son los trazos y las líneas de un grupo de mujeres y hombres que construyen el esplendor y las ruinas de uno de los futuros posibles.

Los diez Cuadernos de Lengua y Literatura  que conforman hasta la fecha la obra poética de Mario Ortiz son un almanaque del pensamiento y del quehacer poético de los hombres. En estos ejercicios de lecto-escritura Ortiz ensaya una forma nueva de acercamiento al lenguaje y las experiencias que se desprenden de su uso.



Mario Ortiz

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  De Cuadernos de Lengua y Literatura, volumen IX: Ejercicios de lectoescritura*
  

[EN UN MINUTO...]
[SEGÚN ANTIGUAS LEYENDAS...]
[PERO NO...]
[FUI A UNA...]
[PUCCINI DEDICÓ LOS...]
[PAUL VALÉRY RECUERDA...]
[LA BIBLIOTECA BERNARDINO...]

 


EN UN MINUTO de recreo, conversaba con otro docente sobre el tema Heroin de Luca. La melodía es una dulcísima balada que contrasta desgarradoramente con la letra: el yo del poeta amó a muchas mujeres, pero hay una en la que siempre piensa, la heroína. Cuando lo enuncia es como un grito desgarrador, de desafío y de impotencia al mismo tiempo. Sin embargo los versos que canta en castellano abren un espacio de extrañeza:

Soltate con Wellapon soltate, 
Soltá tu pelo con Wellapon,
 Soltá el brillo,
 Soltá la belleza de tu pelo con Wellapon

Mi amigo interpretaba que Luca toma esa imagen publicitaria y la convierte en denuncia: el shampoo es lo que lava la cabeza, la sociedad de consumo lava el cerebro.

Es posible; pero a mí me gusta entenderla en un sentido contrario. Montándose sobre el slogan publicitario, lo lleva hasta más allá de sí mismo, hasta la literalidad absoluta y lo convierte en un poema de amor. La melodía acaricia cada una de las palabras y se vuelven luminosas; brillo y frescura se sueltan junto con el pelo de la muchacha. Y entonces, el poema y el cabello se funden en el ondeado de la imagen publicitaria, donde los extremos del pelo son la “W” de wella y también los delgados hilos de la “ll”.





SEGÚN ANTIGUAS LEYENDA difundidas en bestiarios medievales, en caso de falta de alimento para sus pichones, la madre pelícano abre su pecho a picotazos y los alimenta con su propia sangre. Por eso es que en algunas Iglesias aparecían imágenes similares a la del logotipo: consideraban al ave como símbolo del mismo Jesucristo que alimenta a sus hijos con su cuerpo y sangre en la Eucaristía.

También la Masonería lo adoptó como emblema del grado XVIII.

El mundo, la ciudad moderna y los discursos publicitarios se ofrecen como un entretejido reverberante de significaciones, voces y ecos que se contestan, se acoplan y rechazan en movimiento indetenible.

Ulisse Aldrovandi, un científico del siglo XVI que aún podía leer las analogías en el entramado de palabras y cosas sobre el libro de la naturaleza, escribió un tratado acerca de las serpientes donde había una mezcla inextricable de descripciones exactas, citas, fábulas sin crítica alguna, observaciones que se refieren indiferentemente a la anatomía, los blasones, el hábitat, los valores mitológicos del animal y los usos que pueden dársele en la medicina y la magia. Dos siglos más tarde, Buffon se escandalizaría: “júzguese por esto qué parte de la historia natural podrá encontrarse en este fárrago. Esto no es descripción, sino leyenda”. Y efectivamente, comenta Foucault, se trata de leyendas en el sentido etimológico: legenda, cosas que leer. Hoy podemos decir que Aldrovandi se halla más próximo a nosotros que el propio Buffon.

Aunque la empresa Pelikan no dice nada al respecto, no debe descartarse una asociación metafórica entre la sangre-tinta y el pico alargado como pluma.





PERO NO SÓLO las analogías pueden ser objeto de lectura, sino también las diferencias, las paradojas, las homonimias, los equívocos. La poesía es entonces ese espacio de errancia, de encuentros y desvíos, de lectura arqueológica y también de exploración de significaciones inéditas.

En 1898, Caleb Johnson lanza en Milwakee (Wisconsin) un jabón de tocador con ingredientes de oliva y palma, unos de los principales suavizantes para la piel que, unidos, conformarían el nombre del jabón Palmolive. Ese recurso simple para obtener un nombre comercial nos provee un procedimiento para aplicar en talleres literarios: si el “palmolivo” es el injerto de una palmera y un olivo, ¿cómo será ese árbol? ¿Sus frutos son aceitunas con sabor a coco? ¿Dátiles espumosos? Podríamos llamar a este mecanismo generador Insolijerto (injertos insólitos). ¿Qué obtendríamos de injertar una planta de cebolla y un manzano? ¿Una manzana que se abre en capas rosadas, translúcidas y dulces?

La poesía es ese espacio de errancia que pone en crisis las jerarquías de lenguajes y las fronteras de los géneros. O mejor aún: no es un lenguaje particular –continúa Rancière– sino una nueva manera de ligar lo decible y lo visible, las palabras y las cosas.

En 1928, la empresa Palmolive se fusiona con Colgate, fundada también en EE.UU. hacia 1806 por William Colgate (1783-1857). Pero ésta ya es otra historia, y las maniobras del capitalismo, otro procedimiento no específicamente literario, aunque –debemos reconocerlo– realiza fusiones insospechadas a toda hora en las bolsas de valores.





1)LA FOTO NO es nítida porque la saqué como pude con una cámara muy elemental. Abrí la ventana de mi habitación y coloqué la lupa frente al cuaderno. Sobre la hoja se ve parte del cielo, el ciruelo de la calle, sus hojas color borravino, y los pilares con rejas que dan a la vereda. La imagen es exacta, aunque invertida.

Así funciona el cristalino del ojo y la retina (la lupa y el papel, respectivamente).

Lo real directamente transpuesto al cuaderno: ¿éste es el ideal de la literatura realista?

2) Según mis cálculos, esa lupa tiene una potencia de +13,3 dioptrías.

3) Si me saco los anteojos, no veo nada, obvio. Sin embargo si coloco esa misma lupa a 18 cm veo la misma imagen que aparece en el cuaderno, pero con una nitidez absoluta; incluso los detalles que con mis anteojos no alcanzo a distinguir. Eso sí: la imagen también está invertida.

Las hojas del ciruelo se agitan por la luz en un mundo al revés.



FUI A UNA pinturería. Sobre el mostrador había un catálogo con las distintas tonalidades que uno puede elegir. El librito tenía 288 páginas y en cada una 7 colores, lo que da 2016. Cada uno de ellos tiene un código numérico (que el empleado carga en una máquina para preparar la pintura en forma automática) y un nombre. ¿De qué modo nombramos a los colores en nuestro lenguaje cotidiano? ¿La realidad coincide punto por punto con lo que nombramos?

En nuestro lenguaje ordinario no tenemos 2016 nombres específicos para cada color. ¿Eso lo hace defectuoso? No necesariamente. A los fines prácticos, nos manejamos con una paleta relativamente reducida (verde, marrón, rojo, etc.) y a partir de allí, para especificar un matiz, agregamos adjetivos (claro, oscuro) o sustantivos que lo particularizan (verde botella, verde musgo, verde esmeralda). En otros casos, el nombre proviene de la cosa que posee ese color de un modo característico (borra/vino, mostaza, etc.) Las hojas del ciruelo que está en la vereda son de color borravino, que también suele llamárselo bordó, Burdeos o Bordeaux en referencia al vino tinto que se produce en esa región de Francia.

Ahora bien; las fábricas de pintura realizan una segmentación de lo real muchísimo más minuciosa: asignan nombres distintos a lo que para nosotros son apenas diferencias de matices cromáticos, no siempre distinguibles a simple vista. Y en esa necesidad de nominar, recurren a todo tipo de metáforas, asociaciones, connotaciones: Luz de Floresta, Musgo Brumoso, Navegación Tranquila, Frío Súbito, Néctar de Damasco, Rosa de Hadas, Inocencia, Mirada de Ángel... No es un poema ni un delirio mío: son ejemplos que extraje del catálogo de la fábrica Alba que ustedes pueden consultar online.

¿Realismo? ¿Idealismo? ¿Lo real determina nuestro lenguaje?¿Nuestro lenguaje determina lo pensable y lo que entendemos por real?



PUCCINI DEDICÓ LOS últimos años de su vida a la composición de Turandot, destinada a ser su apuesta musical más arriesgada y exigente. Peleó contra los libretistas, contra su mal humor, contra su propio cuerpo enfermo. Hacia fines de 1923, en uno de los saloncitos laterales de la Scala, ofreció una audiencia para mostrar los últimos avances de la composición. Él mismo tocaba el piano y cantaba. Sentado al lado suyo, su amigo Arturo Toscanini leía las notas que había garrapateado el maestro y humildemente le daba vueltas las páginas.

Imaginar ese atardecer.

Lejos de las fastuosidades de las puestas en el Metropolitan o en la Ópera de París; el sol que todavía se filtra por uno de los ventanales ilumina el piano y las partituras recién salidas de agotadoras jornadas de trabajo.

Escuchar mentalmente cómo sonaría “Nessun dorma”, no en el reconocido virtuosismo de Pavarotti, sino en la voz del propio Puccini, ronca y agrietada por el cáncer de laringe que poco tiempo más tarde acabaría con su vida.

Toscanini dirigió el preestreno. En mitad del tercer acto levantó los brazos, detuvo la orquesta, se dio vuelta hacia el público y anunció: “Aquí se detuvo la pluma del maestro”.



PAUL VALÉRY RECUERDA: “Un día del año 1897, [Stéphane Mallarmé] me llamó a su casa. Me escribió que debía comunicarme algo de importancia. Lo encontré en su habitación; su habitación y su escritorio eran la misma pieza... no lejos de su cama, estaba su mesa de trabajo, vieja mesa cuadrada de partes torneadas, de madera muy oscura. Delante suyo había un manuscrito. Lo recogió y empezó a leer un texto extraño, más extraño que los otros que ya le conocía. El manuscrito mismo me pareció tan raro que no podía apartar la vista del papel que Mallarmé sostenía. Así me mostró por primera vez el poema extraordinario que se titula Un golpe de dados...” Empezó a leer con voz grave, monótona, sin el menor ‘efecto’, casi para sí mismo...



LA BIBLIOTECA BERNARDINO Rivadavia tiene la colección completa de la Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-Americana editada en 1930 por los hijos de José Espasa, cuya casa editorial estaba en la Calle de las Cortes 579 de Barcelona.

En el tercer estante contando desde abajo, el séptimo volumen de izquierda a derecha es el tomo XXXVIII que abarca buena parte de los términos que comienzan con la letra N, específicamente desde el vocablo “Neck”, al que define como aquellas “manifestaciones volcánicas cuyas explosiones tuvieron lugar en el interior, poniéndose en descubierto por la erosión las chimeneas cubiertas de material eruptivo”, hasta la palabra “Nully”, que designa a un pueblo de Francia, departamento del Alto Marne, distrito de Wassy. Tenía –al menos hasta 1930– 470 habitantes que trabajaban en molinos, hornos de alfarería y canteras. Entre esos dos extremos, se ubican las páginas 194 y 195 donde los autores de la Enciclopedia desarrollan los significados de la palabra “Neón”.

El neón es un gas, una porción ínfima del aire que respiramos y que, excitándolo con un flujo eléctrico de alto voltaje adentro de tubos al vacío, genera luz anaranjada que se aprovecha en cartelería luminosa y anuncios publicitarios. Sobre esto ya trabajé en el volumen V. Según la Enciclopedia, también es el nombre de un género de arañas que viven entre musgos y hojarasca de los bosques mediterráneos europeos. El abdomen de la hembra, informa el artículo, es amarillo y tiene “por encima una serie de pequeños acentos grises prolongados a los lados en líneas finas entrecruzadas formando malla”. Suelen saltar para cazar a sus presas.

Además, hubo ocho mártires cristianos del siglo III que se llamaron Neón. Uno de ellos nació en Egea, ciudad de la antigua Cilicia, donde fue bautizado junto a sus hermanos Asterio y Claudio. Su madrastra, con el objeto de apropiarse de sus bienes, denunció ante las autoridades que eran cristianos. Inmediatamente fueron encarcelados. El procónsul Lycias los llamó a comparecer ante su tribunal, y después de haberlos interrogado, no pudiendo conseguir que abandonasen la fe, ordenó que los degollaran y arrojasen sus restos al mar para impedir que los cristianos los recogiesen. Según el martirologio romano, esto ocurrió el 23 de agosto del año 285.

Hace poco, tuve que cambiar el techo de mi casa. Varios tirantes estaban en muy mal estado. Después de sacarlos, el albañil serruchó algunos para acomodarlos en una pila. No lo podía creer: esos travesaños estuvieron allá en lo alto, ocultos en la oscuridad bajo las chapas durante casi cien años. Soportaron los clavos que les hundieron, las heladas y los calores arrasadores de esta bahía; las lluvias torrenciales, las mañanas frescas de otoño, las tardes de primavera y el viento norte. Por fuera estaban destruidos, pero su interior permanecía intacto, fresco; al serrucharlos, el aire se perfumó con aroma de resina. Su corazón se mantuvo inocente (in-noceo: no herido).

Allá en lo alto.

Enûma elish.
 La lección muda de las cosas.


No escribimos sino en la medida en que leemos la propia lengua materna y dejamos que ella hable, que –al igual que una mina– entregue el tesoro oculto en sus galerías profundas para que se produzca un encuentro inesperado. Entonces, en ese espacio abierto entre los sedimentos de erupciones subterráneas y un lejano pueblito francés perdido en la región de Champagne, una araña salta sobre la hojarasca, de página en página y captura palabras encima de sus pequeños acentos grises que se prolongan por su costado en líneas cruzadas. Las arañas no son tubos de luz, pero finísimos hilos del entramado verbal atrapan en su red los destellos naranjas que emiten unos electrones excitados y con ellos relata historias, surcos fluidos entre las mareas atmosféricas escritos con espuma de luz por una virgen sin ojos; cuerpos sin cabeza arrojados a ese mismo mar donde Júpiter, convertido en toro, raptó a la ninfa Europa, y la diosa no podía creer que una simple mujer pudiese representar con hebras de lana esas olas que se batían como verdaderas olas y a la ninfa con los ojos vueltos hacia la ribera que acababa de abandonar y a Júpiter de nuevo en lluvia de oro filtrándose por las hendijas de la torre para poseer a Dánae: soltá el brillo, soltá la belleza de tu pelo, dejá que la melodía acaricie cada una de las palabras hasta que el poema de amor y tu cabello se fundan en el ondeado de la caligrafía sobre el papel.

ANEXO

Junto a aquellas manifestaciones volcánicas subterráneas, la Enciclopedia da cuenta muy sucintamente de un pintor.

Jan van Neck (1634–1714) perteneció a la época dorada de la pintura holandesa. Rembrandt pintó en 1632 la conocida Lección de anatomía del Dr. Nicolaes Tulp donde el médico, ante la mirada atenta de sus alumnos, comienza por el brazo la disección del cadáver de Adriaan Adriaanszoon (alias Aris Kindt), ahorcado ese mismo día por robo a mano armada. Dentro de una línea estética asombrosamente similar, Van Neck pinta en 1683 la Lección de anatomía del Dr. Frederick Ruysch, pero este cuadro supera en horror al de su famoso compatriota: sobre la mesa de disección, el médico abre el vientre de un bebé recién nacido del que todavía se desprende a un costado el cordón umbilical y la placenta. A la derecha del espectador, un niño –presumiblemente el hijo del propio pintor– sostiene el esqueleto de lo que debió ser otro niño pequeño, a juzgar por el tamaño reducido y la calavera desproporcionadamente grande en relación al resto de sus huesitos.

 

De Cuadernos de Lengua y Literatura, volumen VIII
 


* Cuadernos de Lengua y Literatura: Ejercicios de Lectoescritura, volumen IX, Liliputienses, Cáceres, 2015.
 


Mario Ortiz. (Bahía Blanca, Argentina, 1965). Investigador y docente de literatura en los ámbitos secundario y universitario, en las cátedras Literatura Contemporánea 1 y 2. Participó brevemente en la formación del colectivo artístico Poetas mateístas en 1985, junto a Marcelo Díaz, Sergio Raimondi y Omar Chauvié. Colaboró con el proyecto editorial vox. Sus libros tienen el título general Cuadernos de Lengua y Literatura.

 

Punto en Línea, año 16, núm. 110, abril-mayo 2024

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fecha de la última modificación 10 de abril de 2024.

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